Page 340 - Dune
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Se volvió hacia Chani, preguntándole con la mirada, rozando su brazo.
—Este aire es húmedo —dijo.
—Chisssst —susurró ella.
Pero un hombre tras ellos dijo:
—Hay mucha humedad en la trampa esta noche. Jamis nos hace saber así que está
satisfecho.
Jessica pasó a través de la puerta secreta, oyéndola cerrarse a sus espaldas.
Observó la forma como los Fremen retenían la marcha cuando pasaban ante los
alvéolos exagonales, y sintió a su vez la corriente de aire húmedo.
¡Una trampa de viento!, pensó. Han escondido una trampa de viento en algún
lugar de la superficie, de modo que el aire llega hasta estas regiones más frías donde
se precipita la humedad que hay en él. Pasaron a través de otra puerta rocosa con un
emparrillado exagonal sobre ella, y la puerta se cerró a sus espaldas. La sensación de
humedad en el aire era ahora claramente perceptible para Jessica y Paul.
A la cabeza del grupo, el globo en las manos de Stilgar descendió y desapareció
bajo el nivel de las cabezas frente a Paul. Luego notó peldaños bajo sus pies, que se
curvaban hacia la izquierda. La luz se reflejaba en las encapuchadas cabezas y en los
movimientos en espiral de la gente descendiendo las escaleras.
Jessica captó el aumento de la tensión a su alrededor, la presión del silencio que
agarrotaba sus nervios con su urgencia.
Los peldaños terminaron y el grupo pasó a través de otra puerta. La luz del globo
se dispersó en un enorme espacio abierto con un altísimo techo en cúpula.
Paul sintió el contacto de la mano de Chani en su brazo, oyó el ruido de gotas
cayendo en el frío aire, la inmovilidad absoluta que se apoderó de los Fremen en
aquella atmósfera de catedral creada por la presencia del agua.
He visto este lugar en un sueño, pensó.
Era al mismo tiempo tranquilizador y frustrante. En alguna parte en su futuro
estaban siempre las hordas fanáticas arrasándolo todo en su nombre a través del
universo. El estandarte verde y negro de los Atreides flotaba como un símbolo de
terror. Legiones salvajes cargaban en las batallas lanzando su grito de guerra:
«¡Muad’Dib!».
Esto no ocurrirá, pensó. No puedo permitir que ocurra.
Pero sintió al mismo tiempo dentro de sí la desesperada conciencia racial, su
propia terrible finalidad, y supo que sería casi imposible desviar al terrible destructor.
Estaba tomando fuerza y empuje. Si él moría en aquel instante, todo continuaría a
través de su madre y de su hermana aún no nacida. Nada lo detendría salvo la muerte
de todo aquel grupo allí y entonces… incluidos su madre y él.
Paul miró a su alrededor, vio el grupo desplegado en una larga hilera. Le estaban
empujando hacia una barrera baja tallada en la misma roca. Más allá de la barrera, a
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