Page 312 - Dune
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Jessica sostuvo su mirada, notando sus ojos desprovistos de blanco, los párpados
manchados, la barba y el bigote llenos de polvo, el tubo fijado a su nariz y que se
hundía en el destiltraje.
—¿He comprometido tu posición de jefe venciéndote, Stilgar? —preguntó ella.
—No me habías desafiado —dijo él.
—Es importante que un jefe conserve el respeto de sus hombres —dijo ella.
—No hay ninguno de esos piojosos de arena que yo no pueda revolcar por el
suelo —dijo Stilgar—. Venciéndome a mí, nos has vencido a todos nosotros. Ahora
todos esperan de ti… tu extraño arte… y algunos se sienten curiosos por saber si vas
a desafiarme.
Ella sopesó las implicaciones.
—¿A un combate formal?
Él asintió.
—No te lo aconsejo, porque no te seguirían. Tú no eres de la arena. Lo han
podido ver en nuestra marcha nocturna.
—Gente práctica —dijo ella.
—Es cierto. —Miró hacia la depresión—. Conocemos nuestras necesidades. Pero
los pensamientos no son tan profundos ahora que estamos tan cerca de casa. Hemos
perdido demasiado tiempo en entregar nuestra cuota de especia a los comerciantes
libres para esa maldita Cofradía… cuyos rostros se vuelvan negros por siempre.
Jessica se inmovilizó en el acto de volverse hacia otro lado y miró fijamente a su
rostro.
—¿La Cofradía? ¿Qué tiene que ver la Cofradía con vuestra especia?
—Es una orden de Liet —dijo Stilgar—. No sabemos la razón, pero es algo que
tiene un gusto amargo para nosotros. Pagamos a la Cofradía una cantidad monstruosa
en especia para que ningún satélite nos espíe desde el cielo y sepa lo que hacemos en
la superficie de Arrakis.
Ella sopesó sus palabras, recordando lo que Paul había dicho para explicar el
hecho de que el cielo arrakeno estuviera limpio de satélites.
—¿Y qué hacéis en la superficie de Arrakis que no pueda ser visto?
—La cambiamos… lenta pero seguramente… para adaptarla a la vida humana.
Nuestra generación no lo verá, ni tampoco nuestros hijos, ni los hijos de nuestros
hijos, ni los hijos de los hijos de nuestros hijos… pero llegará el día. —Su ausente
mirada vagó por la depresión—. Agua al cielo abierto, y plantas verdes, y gente
caminando libremente sin destiltrajes.
Este es pues el sueño de Liet-Kynes, pensó Jessica. Y dijo:
—La corrupción es peligrosa; su precio tiende a aumentar cada vez más.
—Aumenta —dijo él—, pero la manera más lenta es la más segura.
Jessica se volvió, mirando la depresión, intentando verla tal como la veía Stilgar
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