Page 311 - Dune
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compañeros.  Y  observó  que  evitaba  mezclarse  con  los  Fremen,  pese  a  que  iban
           vestidos del mismo modo. Su forma de moverse seguía teniendo la misma gracia, la
           misma fuerza de siempre.

               —Encuentra  un  lugar  para  descansar  y  no  molestar,  muchacho-hombre  —dijo
           Chani—. Aquí hay comida —puso en su mano un par de bocados envueltos en hojas.
           Olían fuertemente a especia.

               Stilgar apareció detrás de Jessica y dio una orden a un grupo a su izquierda.
               —Sellad la puerta y ocupaos del control de la humedad. —Se volvió hacia otro
           Fremen—: Lemil, trae los globos. —Tomó a Jessica por el brazo—: Quiero enseñarte

           algo,  extraña  mujer.  —La  empujó  alrededor  de  una  prominencia  rocosa  hacia  la
           fuente de luz.
               Jessica se halló ante otra hendidura de la roca que se abría al exterior, muy alta en

           la pared cortada a pico, sobre otra depresión de diez o doce kilómetros de ancho. La
           depresión estaba rodeada por altos farallones. Grupos de plantas estaban diseminados

           por toda su superficie.
               Mientras contemplaba la depresión a la grisácea luz del alba, el sol surgió por
           encima  de  la  lejana  escarpadura,  iluminando  un  paisaje  de  rocas  y  arena  color
           terracota. Y notó como el sol de Arrakis surgía tan rápidamente que parecía saltar

           sobre el horizonte.
               Esto  es  debido  a  que  nosotros  querríamos  retenerlo,  pensó.  La  noche  es  más

           segura que el día. Se sorprendió soñando en un arco iris, en aquel lugar que nunca
           debía  haber  conocido  la  lluvia.  Debo  suprimir  esta  nostalgia,  pensó.  Es  una
           debilidad. No puedo permitirme el ser débil.
               Stilgar la aferró del brazo y señaló hacia la depresión.

               —¡Allá! ¡Observa, los verdaderos drusos!
               Ella miró hacia donde él señalaba, viendo algo que se movía: gente en el fondo de

           la depresión, huyendo de la claridad del día, buscando las sombras de las rocas al pie
           del otro farallón. A pesar de la distancia, sus movimientos se divisaban claramente en
           el límpido aire. Sacó sus binoculares de entre sus ropas, y enfocó las lentes de aceite
           hacia aquellos lejanos hombres. Los pañuelos flotaban como multicolores mariposas.

               —Ese es nuestro hogar —dijo Stilgar—. Estaremos allí esta noche. —Contempló
           la depresión, tirando de su bigote—. Mi gente ha trabajado más que de costumbre.

           Esto  quiere  decir  que  no  habrá  patrullas  por  los  alrededores.  Cuando  les  haya
           advertido se prepararán para recibirnos.
               —Tu gente tiene una buena disciplina —dijo Jessica. Bajó los binoculares, viendo

           que Stilgar la estaba observando.
               —Obedecen  a  las  leyes  de  preservación  de  la  tribu  —dijo  él—.  Así  es  como
           elegimos a nuestros jefes. El jefe es aquel que es más fuerte, el que procura agua y

           seguridad —fijó su atención en el rostro de ella.




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