Page 306 - Dune
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de escape de emergencia. Cuánto tiempo parecía haber pasado desde entonces. Había
un lugar llamado «Sietch Tabr» en el mapa, y al lado una anotación: «Stilgar».
—Tal vez cuando lleguemos al Sietch Tabr —dijo.
La revelación le impresionó, y Jessica pensó: ¡Si tan sólo supiera los trucos que
usamos! Debía ser hábil esa Bene Gesserit de la Missionaria Protectiva. Estos
Fremen están magníficamente preparados para creernos.
Stilgar se agitó, inquieto.
—Tenemos que irnos ya.
Ella asintió, a fin de que él comprendiera que se ponían en marcha con su
permiso.
El hombre miró hacia arriba en el macizo, casi directamente hacia la cornisa
rocosa donde estaba agazapado Paul.
—Puedes bajar ya, muchacho. —Volvió su atención hacia Jessica, hablando con
tono de disculpa—: Tu hijo ha hecho un ruido increíble escalando. Tiene mucho que
aprender si no quiere ponernos a todos en peligro… pero es joven.
—No hay duda de que tenemos mucho que enseñarnos los unos a los otros —dijo
Jessica—. Ahora deberías ocuparte de tu compañero. Mi ruidoso hijo le ha
desarmado un tanto brutalmente.
Stilgar se volvió bruscamente, haciendo ondear su capucha.
—¿Dónde?
—Tras esos arbustos —indicó ella.
—Id a ver —Stilgar hizo una seña a dos de sus hombres. Miró a los demás,
identificándolos—. Falta Jamis. —Miró a Jessica—. También tu cachorro conoce tu
extraño arte.
—Y observarás que tampoco se ha movido de donde está, pese a tus órdenes —
dijo Jessica.
Los dos hombres que había enviado Stilgar regresaron llevando a un tercero que
se tambaleaba y jadeaba. Stilgar le dirigió una breve mirada y luego volvió su
atención a Jessica.
—El hijo sólo obedece tus órdenes, ¿eh? Bueno. Conoce la disciplina.
—Paul, puedes bajar ahora —dijo Jessica.
Paul se irguió, emergiendo al claro de luna y deslizando el arma Fremen en su
cintura. Al volverse, otra figura apareció de entre las rocas y le hizo frente.
A la luz de la luna y al gris de la piedra, Paul vio una delgada figura con ropas
Fremen, un rostro escondido entre las sombras que le miraba bajo su capucha, y la
boca de un arma de proyectiles apuntada hacia él asomando entre las ropas.
—Soy Chani, hija de Liet.
La voz era melodiosa, con una chispa de alegría.
—No te hubiera permitido hacer daño a mis compañeros —dijo.
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