Page 303 - Dune
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—¡Atrás, piojos de la cabeza de un gusano! ¡Me romperá el cuello si os acercáis
más!
—El muchacho ha huido, Stil —dijo otra voz fuera de la depresión—. ¿Qué
vamos a…?
—Por supuesto que ha huido, sesos de arena… ¡Aughhh…! ¡Basta ya, mujer!
—Diles que dejen de perseguir a mi hijo —dijo Jessica.
—Ya han dejado de hacerlo, mujer. Ha huido como querías. ¡Grandes dioses de
las profundidades! ¿Por qué no me has dicho que eras una extraña mujer y una
guerrera?
—Diles a tus hombres que se retiren —dijo Jessica—. Que salgan hacia el centro
de la depresión para que yo pueda verlos… y es mejor que sepas que conozco su
número.
Y pensó: Este es el momento más delicado, pero si este hombre es tan despierto
como pienso, tenemos una oportunidad.
Paul continuó subiendo, centímetro a centímetro, encontró un pequeño saliente
donde descansar, y miró hacia abajo, hacia la hondonada. La voz de Stilgar llegó
hasta él:
—¿Y si me niego? ¿Cómo puedes…? ¡Aughhh…! ¡Ya basta, mujer! No te
haremos ningún daño. ¡Grandes dioses! Si puedes hacerle esto al más fuerte de
nosotros, vales diez veces tu peso en agua.
Ahora, la prueba de la razón, pensó Jessica. Dijo:
—Estáis buscando al Lisan al-Gaib.
—Podríais ser los de la leyenda —dijo el hombre—, pero no lo creeré hasta que
sea probado. Todo lo que sé es que habéis venido aquí con aquel estúpido Duque
que… ¡Aaaay! ¡Mujer! ¡No me importa que me mates! ¡Era honorable y valiente,
pero fue un estúpido metiéndose así en manos de los Harkonnen!
Silencio.
—No tenía elección —dijo Jessica al cabo de un momento—, pero no vamos a
discutir sobre ello. Ahora dile a ese hombre de los tuyos que está allí tras el matorral
que deje de apuntar su arma contra mí, o voy a librar al universo de tu presencia antes
de entendérmelas con él.
—¡Tú, el de allí! —rugió Stilgar—. ¡Haz lo que dice!
—Pero Stil…
—¡Haz lo que dice, cara de gusano, reptil, sesos de arena, excremento de lagarto!
¡Hazlo o la ayudaré a desmembrarte! ¿Acaso no ves la valía de esta mujer?
El hombre del matorral se puso en pie tras su parcial refugio y bajó su arma.
—Ha obedecido —dijo Stilgar.
—Ahora —dijo Jessica—, explícale claramente a tu gente lo que esperas de mí.
No quiero que ningún joven de cascos calientes cometa una tonta locura.
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