Page 298 - Dune
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detenerlos. Si el hijo del Duque está vivo, le encontrarán y le protegerán como he
           ordenado. Quizá rechacen a la mujer, su madre, pero salvarán al muchacho.
               El halcón dio otro salto hacia adelante, casi rozando su mano. Inclinó la cabeza

           para  examinar  la  carne  yacente.  Luego,  de  repente,  irguió  de  nuevo  el  cuello  y,
           lanzando un único grito, salió volando, seguido inmediatamente por sus compañeros.
               ¡Ya están aquí!, pensó Kynes. ¡Mis Fremen me han encontrado!

               Luego oyó el bramido de la arena.
               Todos los Fremen conocían aquel sonido, sabían distinguirlo inmediatamente de
           los  sonidos  de  los  gusanos  o  de  cualquier  otra  vida  del  desierto.  En  alguna  parte

           debajo de él, la masa de preespecia había acumulado agua y sustancias orgánicas de
           los pequeños hacedores, y alcanzado el estadio crítico de su incontrolado crecimiento.
           Una  gigantesca  burbuja  de  anhídrido  carbónico  se  había  formado  en  las

           profundidades  de  la  arena,  alzándose  irresistiblemente  hacia  la  superficie  y
           arrastrando  un  vórtice  de  arena  en  su  centro.  Todo  lo  que  se  encontraba  en  la

           superficie  sería  engullido,  intercambiado  con  las  sustancias  que  estaban  subiendo
           desde las profundidades.
               Los halcones trazaban círculos sobre su cabeza, graznando su frustración. Sabían
           lo que estaba ocurriendo. Todas las criaturas del desierto lo sabían.

               Y  yo  soy  una  criatura  del  desierto,  pensó  Kynes.  ¿Me  ves,  padre?  Soy  una
           criatura del desierto.

               Sintió  que  la  burbuja  le  levantaba,  le  arrastraba  consigo,  estallaba,  mientras  el
           torbellino de arena le envolvía y le arrastraba hacia las frías profundidades. Por un
           momento,  la  sensación  de  frialdad  y  la  humedad  le  fueron  agradables.  Luego,
           mientras el planeta le mataba, Kynes pensó que su padre y todos los demás científicos

           estaban  equivocados,  y  que  los  principios  fundamentales  del  universo  eran  el
           accidente y el error.

               Incluso los halcones sabían esto.
































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