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                                  Los  Fremen  eran  supremos  en  aquella  cualidad  que  los  antiguos  llamaban
                                  «spannungsbogen»… que es la demora que se impone uno mismo entre el deseo de algo
                                  y el acto de conseguirlo.


                                                            De La sabiduría de Muad’Dib, por la PRINCESA IRULAN



           Al alba se acercaban a la Caverna de la Cresta, avanzando a través de la pared de la
           depresión por una hendidura tan estrecha que les obligaba a ir de lado. Jessica vio que

           Stilgar destacaba guardias a la pálida luz del alba, y les siguió por un momento con la
           mirada mientras iniciaban la escalada del contrafuerte.
               Paul volvió la mirada hacia arriba, observando la suave luz gris azul del cielo que

           la montaña parecía partir en dos.
               Chani tiró de sus ropas para que se apresurara.

               —No te entretengas —dijo—. Es casi de día.
               —¿Dónde han ido los hombres que han escalado por encima nuestro? —murmuró
           Paul.
               —El primer turno de guardia del día —dijo ella—. ¡Y ahora, apresúrate!

               Una  guardia  al  exterior,  pensó  Paul.  Inteligente.  Pero  hubiera  sido  mejor
           acercarnos  al  lugar  en  grupos  separados.  Menos  riesgos  de  que  nuestras  fuerzas

           puedan ser aniquiladas. Se detuvo un instante en aquel pensamiento, dándose cuenta
           de que era un pensamiento de guerrilla, y recordó que el temor de su padre había sido
           precisamente  el  de  que  los  Atreides  se  vieran  convertidos  en  esto,  una  casa  de
           guerrilla.

               —Aprisa —susurró Chani.
               Paul apresuró el paso, sintiendo el roce de las ropas tras él. Pensó en aquellas

           palabras del sirat que había leído en la minúscula Biblia Católica Naranja de Yueh:
               «El Paraíso a mi derecha, el Infierno a mi izquierda, y el Angel de la Muerte tras
           de mí». Repitió varias veces la cita en su mente.
               Franquearon una curva, y el pasaje se hizo más ancho. Stilgar estaba de pie a un

           lado, indicando una abertura baja de ángulos rectos.
               —¡Aprisa!  —siseó—.  Seremos  como  conejos  en  una  jaula  si  una  patrulla  nos

           sorprende aquí.
               Paul se agachó y siguió a Chani dentro de la caverna, iluminada por una débil luz
           gris que provenía de algún punto ante ellos.

               —Puedes alzarte —dijo ella.
               Se  irguió,  estudiando  el  lugar:  una  amplia  y  profunda  cavidad,  con  un  techo
           abovedado que estaba fuera del alcance de la mano tendida hacia arriba. La gente se

           dispersó entre las sombras. Paul vio a su madre de pie a un lado, examinando a sus




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