Page 37 - Dune
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—¿Tú también viste a la Reverenda Madre?
               —¿Esa bruja Decidora de Verdad del Imperio? —Hawat parpadeó varias veces
           con interés—. Sí, la encontré.

               —Ella… —Paul vaciló, descubriendo que no podía describir a Hawat la prueba.
           Las inhibiciones eran demasiado profundas.
               —¿Sí? ¿Qué hizo?

               Paul aspiró profundamente por dos veces.
               —Dijo una cosa. —Cerró sus ojos, llamando a las palabras, y cuando habló su
           voz  adquirió  inconscientemente  algo  del  tono  de  la  vieja  mujer—:  «Tú,  Paul

           Atreides, descendiente de reyes, hijo de un duque, debes aprender a gobernar. Esto es
           algo que no hizo ninguno de tus antecesores». —Paul abrió sus ojos y dijo—: Esto
           me  irritó  y  dije  que  mi  padre  gobierna  un  planeta  entero.  Y  ella  dijo:  «Lo  está

           perdiendo».  Y  yo  dije:  «Padre  va  a  recibir  un  planeta  muy  rico».  Y  ella  dijo:
           «También va a perderlo». Y yo quería correr a advertir a mi padre, pero ella me dijo

           que ya estaba advertido… por ti, por mi madre, por mucha gente.
               —Completamente cierto —murmuró Hawat.
               —Entonces, ¿por qué vamos allá? —preguntó Paul.
               —Porque lo ha ordenado el Emperador. Y porque, pese a lo que dice aquella bruja

           espía, aún hay esperanzas. ¿Qué otra cosa esputó aquella antigua fuente de sabiduría?
               Paul miró hacia su mano derecha, con el puño apretado bajo la mesa. Lentamente,

           ordenó a sus músculos que se relajaran. Puso alguna clase de poder en mí, pensó.
           ¿Cuál?
               —Me pidió que le dijera qué significaba gobernar —siguió Paul—. Y yo dije que
           el mando de uno solo. Y ella dijo que debía dejar de aprender algunas cosas.

               Aqui hizo blanco, pensó Hawat. Asintió para invitar a Paul a continuar.
               —Dijo que un gobernante debe aprender a persuadir y no a obligar. Dijo que debe

           ofrecer el hogar más confortable y el mejor café del mundo para atraer a los mejores
           hombres.
               —¿Cómo imagina que tu padre ha atraído a hombres como Duncan y Gurney? —
           preguntó Hawat.

               Paul se alzó de hombros.
               —Después dijo que un buen gobernante debe aprender la lengua de su mundo,

           que  es  distinta  para  cada  mundo.  Y  yo  creí  que  con  esto  quería  decirme  que  en
           Arrakis  no  hablan  galach,  pero  me  dijo  que  no  era  eso  en  absoluto.  Hablaba  del
           lenguaje de las rocas y de las cosas que crecen, el lenguaje que uno no puede oír sólo

           con los oídos. Y yo le dije que eso era lo que el doctor Yueh llama el Misterio de la
           Vida.
               Hawat sonrió.

               —¿Y cómo se lo tomó ella?




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