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AUTOR                                                                                               Libro
                     Uno de los chicos empezó a reírse.
                     Me di la vuelta para mirarle fijamente; mis ojos estaban abiertos de par en par y
               paralizados, incapaces siquiera de parpadear.
                     Al parecer, el chico se estaba riendo de mi expresión.
                     —Bueno, esto es algo que no ves todos los días —dijo con una risita disimulada.
               Su cara me resultaba vagamente familiar. Era más delgado que los otros... Sí, Embry
               Call.
                     —Yo sí —gruñó Jared, el otro chico—. A diario.
                     —Qué va. Paul no pierde los estribos todos los días —repuso Embry, sin dejar de
               sonreír—. Como mucho, dos de cada tres.
                     Jared se agachó para recoger algo blanco del suelo y lo sostuvo en alto para
               enseñárselo a Embry. Lo que fuera, colgaba de su mano en flácidas tiras.
                     —Está hecha polvo —dijo Jared—. Billy dijo que era el último par que podía
               comprarle. Supongo que Jacob tendrá que ir descalzo a partir de ahora.
                     —Ésta ha sobrevivido —dijo Embry, recogiendo una deportiva blanca—. Al
               menos, Jake podrá ir a la pata coja —añadió con una carcajada.
                     Jared se dedicó a recolectar harapos del suelo.
                     —Ten los zapatos de Sam. Todo lo demás está para tirarlo a la basura.
                     Embry tomó los zapatos y después corrió hacia los árboles entre los que había
               desaparecido Sam. Volvió pocos segundos después, con unos vaqueros cortados al
               hombro. Jared recogió los jirones de las ropas de Jacob y Paul e hizo una bola con
               ellos. De pronto, pareció acordarse de mi presencia.
                     Me miró con detenimiento, como si me estuviera evaluando.

                     —Eh, no irás a desmayarte o vomitar, o algo de eso... —me espetó.
                     —Creo que no —respondí después de tragar saliva.
                     —No tienes buen aspecto. Es mejor que te sientes.
                     —Vale —murmuré. Por segunda vez en la misma mañana, metí la cabeza entre
               las rodillas.
                     —Jake debería habernos avisado —se quejó Embry.
                     —No tendría que haber metido a su chica en esto. ¿Qué esperaba?
                     —Bueno, se ha descubierto el pastel —Embry suspiró—. Enhorabuena, Jake.
                     Levanté la cabeza y me quedé mirando a ambos chicos, que al parecer se lo
               estaban tomando todo muy a la ligera.
                     —¿Es que no os preocupa lo que les pueda pasar? —les pregunté.
                     Embry parpadeó, sorprendido.
                     —¿Preocuparnos? ¿Por qué?
                     —¡Pueden hacerse daño!
                     Embry y Jared se troncharon de risa.
                     —Ojalá Paul le dé un buen  mordisco  —dijo  Jared—. Eso  le enseñará una
               lección.
                     Yo empalidecí.
                     —¡Lo llevas claro! —repuso Embry—. ¿Has visto a Jake? Ni siquiera Sam puede
               entrar en fase de esa forma, en pleno salto. Al ver que Paul perdía el control, ¿cuánto




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