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—¿Y tú estás bien? —le pregunté en voz baja.
—Ni un arañazo —respondió, con gesto engreído.
—Eh, tíos —dijo Sam en voz alta, interrumpiendo todas las conversaciones del
pequeño salón. Emily estaba junto a la hornilla, batiendo el revuelto de huevos en
una enorme sartén, pero Sam, en un gesto inconsciente, tenía una mano puesta sobre
sus riñones—. Jacob tiene información para nosotros.
Paul no parecía sorprendido. Jacob ya se lo debía de haber explicado a él y a
Sam. O... le habían leído el pensamiento.
—Sé lo que quiere la pelirroja —dijo Jacob, dirigiéndose a Jared y Embry—. Es
lo que estaba intentando deciros antes —añadió, dándole un puntapié a la pata de
una silla que Paul acababa de traer al salón.
—¿Y? —preguntó Jared.
Jacob se puso serio.
—Pretende vengar a su pareja... sólo que no se trataba de la sanguijuela de
cabello negro a la que hemos matado. Los Cullen se cargaron a su chico el año
pasado, así que ahora ella va a por Bella.
No era ninguna novedad para mí, pero aun así sentí un escalofrío.
Jared, Embry y Emily me miraron boquiabiertos.
—Es sólo una niña —protestó Emily.
—No he dicho que tenga lógica, pero ésa es la razón por la que los
chupasangres han intentado burlarnos. El punto de mira de la pelirroja está fijo en
Forks.
Siguieron mirándome con la boca abierta durante un largo rato. Yo sacudí la
cabeza.
—Excelente —dijo Jared, por fin, y una sonrisa empezó a dibujarse en las
comisuras de su boca—. Tenemos un cebo.
Con asombrosa velocidad, Jacob agarró un abrelatas del mostrador y se lo tiró a
Jared a la cabeza. La mano de Jared relampagueó en el aire, más rápido de lo que
habría creído posible, y atrapó el abrelatas antes de que le golpeara en la cara.
—Bella no es ningún cebo.
—Ya sabes a qué me refiero —dijo Jared, impertérrito.
—En tal caso, tenemos que cambiar nuestras pautas —dijo Sam, haciendo caso
omiso de la discusión entre Jacob y Jared—. Vamos a tenderle unas cuantas trampas,
a ver si cae en alguna. Habremos de actuar por separado, aunque no me hace gracia,
pero no creo que intente aprovecharse de que estemos divididos si es verdad que
viene a por Bella.
—Quil debería estar con nosotros —murmuró Embry—. Así podríamos
dividirnos en números pares.
Todos agacharon la cabeza. Miré a Jacob a la cara; se le veía descorazonado,
como el día anterior por la tarde, junto a su casa. Aunque en aquella alegre cocina
parecían contentos con su destino, ninguno de aquellos licántropos quería que su
amigo lo compartiera.
—Bueno, no podemos contar con ello —dijo Sam en voz baja y luego siguió
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