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Probablemente eso formaba parte del problema. Me había convertido en adicta al
sonido de mi propia ilusión. Pasar demasiado tiempo sin esa voz sólo empeoraba las
cosas. Y saltar desde el acantilado era una forma segura de ponerle remedio.
—Claro que me apetece. Será divertido.
—Entonces, tenemos una cita —dijo, rodeándome los hombros con el brazo.
—De acuerdo. Pero ahora, vamos: tienes que dormir un poco —no me gustaba
la forma en que sus ojeras parecían tatuadas sobre su piel.
A la mañana siguiente me desperté temprano y, a hurtadillas, metí una muda de
ropa en el coche. Tenía la impresión de que Charlie aprobaría el plan de hoy tanto
como habría aprobado lo de la motocicleta.
La idea de distraerme de mis preocupaciones me tenía casi emocionada. A lo
mejor incluso resultaba divertido. Una cita con Jacob, una cita con Edward... Solté
una carcajada macabra en mi interior. Jake podía afirmar que éramos una pareja muy
complicada, pero la única realmente complicada de los dos era yo. A mi lado, los
hombres lobo parecían gente normal.
Esperé a que Jacob se reuniera conmigo en la parte delantera de la casa, como
solía hacer cuando el ruido de mi tartana anunciaba mi llegada. Al ver que no salía,
supuse que quizá seguía durmiendo. Esperaría: prefería dejarle descansar lo más
posible. Jacob necesitaba recuperar sueño. De paso, así daría lugar a que el día se
caldeara un poco más. Lo cierto era que había acertado con su previsión del tiempo,
que había cambiado durante la noche. Una espesa capa de nubes cubría la atmósfera
creando una sensación de bochorno; bajo aquel manto gris se sentía calor y presión,
así que dejé el suéter en el coche.
Llamé a la puerta con suavidad.
—Pasa, Bella —me dijo Billy.
Estaba en la mesa de la cocina, comiendo cereales fríos.
—¿Jake está dormido?
—Eh... no —Billy dejó la cuchara en la mesa y frunció el entrecejo.
—¿Qué ha pasado? —le pregunté. Por su expresión, sabía que algo tenía que
haber ocurrido.
—Embry, Jared y Paul han encontrado un rastro reciente esta mañana. Sam y
Jake han salido para ayudarles. Sam es optimista: cree que ella se ha atrincherado
cerca de las montañas, y que tienen bastantes posibilidades de acabar con esto de una
vez.
—Oh, no, Billy —musité—. Oh, no.
Él soltó una carcajada por lo bajo.
—¿Tanto te gusta La Push que quieres prolongar tu condena aquí?
—No bromees, Billy. Esto es demasiado aterrador.
—Tienes razón —reconoció, aún satisfecho consigo mismo. Era imposible
descifrar la expresión de sus viejos ojos—. Esta vampira es muy traicionera.
Me mordí el labio.
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