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AUTOR                                                                                               Libro
                     Jacob respiró hondo.
                     —¿Tan cerca estuvo?
                     —Muy, muy cerca —contesté mientras me acariciaba la cicatriz. Jacob se dio
               cuenta, porque tenía agarrada la mano que moví para hacerlo.
                     —¿Qué pasa? —Jacob cambió de manos para examinar mi derecha—. Ah, es esa
               cicatriz tan curiosa, la que está fría —la miró de cerca con nuevos ojos y tragó saliva.
                     —Sí, es lo que estás pensando —dije—. James me mordió.
                     Sus ojos se pusieron saltones y su rostro adquirió un extraño color cetrino bajo
               la superficie rojiza. Parecía estar a punto de vomitar.
                     —Pero, si te mordió... ¿no deberías ser una...? —se atragantó y no pudo seguir.
                     —Edward me salvó dos veces —susurré—. Chupó el veneno, igual que si me
               hubiera mordido una serpiente de cascabel —me estremecí al sentir un latigazo de
               dolor en los bordes del agujero.
                     Pero no fui la única que se estremeció. Todo el cuerpo de Jacob temblaba junto
               al mío. El propio coche se movía.
                     —Cuidado, Jake. Tranquilo. Cálmate.
                     —Sí —jadeó él—. Tranquilo —empezó a sacudir la cabeza de un lado a otro con
               rapidez. Pasados unos momentos, sólo le temblaban las manos.
                     —¿Estás bien?
                     —Sí, casi. Cuéntame más. Necesito algo en qué pensar para distraerme.
                     —¿Qué quieres saber?
                     —No lo sé —tenía los ojos cerrados y trataba de concentrarse—. Supongo que
               algo de material adicional. ¿Algún otro Cullen tenía... talentos extra, como leer la

               mente?
                     Dudé unos segundos. Me pareció que aquélla era una pregunta que le haría a
               una espía, no a una amiga. Pero ¿qué sentido tenía ocultar lo que sabía? En ese
               momento carecía de importancia y le ayudaría a controlarse.
                     Así que hablé atropelladamente, mientras mi mente conjuraba la imagen del
               rostro destrozado de Emily y se me erizaba el vello de los brazos. No era capaz de
               imaginar a aquel lobo pardo encajando dentro del Golf. Si se transformaba ahora,
               Jacob destruiría el garaje entero.
                     —Jasper podía... digamos que controlaba las emociones de la gente que le
               rodeaba. No lo hacía a mala idea, sólo para tranquilizar a los demás y cosas así.
               Probablemente ayudaría mucho a Paul —añadí, bromeando sin ganas—, y Alice era
               capaz de ver cosas que aún no habían sucedido. Ya sabes, el futuro, aunque no en
               sentido   absoluto.   Los   sucesos   que   veía   cambiaban   si   alguien   modificaba   las
               circunstancias en que se debían producir...
                     Como cuando me vio a mí muriendo, y también convirtiéndome en una de
               ellos. Dos hechos que no habían sucedido y uno que nunca llegaría a suceder. La
               cabeza me empezó a dar vueltas. Parecía como si no pudiera extraer suficiente
               oxígeno del aire, como si no tuviera pulmones.
                     Jacob había recuperado el control por completo y estaba muy quieto, sentado a
               mi lado.




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