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contra el salpicadero.
—¿Qué? —me preguntó de nuevo, aterrado. Me miraba con el horror reflejado
en los ojos.
—¡Es el coche de Carlisle! Son los Cullen. Lo sé.
Vio despertar en mí la esperanza y un temblor violento le sacudió el cuerpo.
—¡Eh, cálmate, Jake! Todo va bien. No hay peligro, ¿ves? Relájate.
—Sí, relájate —resolló mientras agachaba la cabeza y cerraba los ojos. Mientras
se concentraba para no transformarse en un lobo, observé el coche negro a través del
cristal trasero.
Sólo puede ser Carlisle, me dije a mí misma. No esperes otra cosa. Quizás Esme...
Para ya, dije para mis adentros. Sería Carlisle a lo sumo. Más de lo que yo hubiera
pensado que podría volver a tener.
—Hay un vampiro en tu casa —masculló Jacob—. ¿Y tú quieres regresar?
Aparté la vista del Mercedes a regañadientes, aterrorizada de que pudiera
desaparecer si le quitaba los ojos de encima un segundo, y le miré a él para
contestarle con voz inexpresiva ante la sorpresa con que me había formulado la
pregunta:
—Por supuesto.
Por supuesto que quería volver.
El rostro de Jacob se endureció hasta convertirse en la máscara de amargura que
yo había dado por desaparecida. Antes de que tuviera tiempo de ajustársela, atisbé
cómo flameaba en sus ojos el impacto causado por mi traición. Le seguían temblando
las manos. Parecía diez años mayor que yo.
Inspiró profundamente.
—¿Estás segura de que no es una trampa? —me preguntó lentamente, con voz
severa.
—No es una trampa, es Carlisle. ¡Llévame de vuelta!
Un estremecimiento hizo ondular los amplios hombros de Jacob, pero sus ojos
continuaron inexpresivos y vacíos de emoción.
—No.
—Jake, todo va bien...
—No. Vuelve tú sola, Bella —su voz restalló y me estremecí cuando el sonido
me golpeó. Su mandíbula se tensaba y relajaba sin cesar.
—No es como...
—He de hablar con Sam ahora mismo. Esto cambia las cosas. No nos pueden
capturar en su territorio.
—¡Jake, esto no es una guerra!
No me escuchó. Dejó el cambio de marchas en punto muerto y salió por la
puerta de un salto, abandonando el coche con el motor encendido.
—Adiós, Bella —se despidió sin volverse—. Espero que no mueras, de verdad.
Echó a correr en medio de la noche. Temblaba con tal virulencia que su forma
pareció difuminarse. Desapareció antes de que yo pudiera abrir la boca para llamarle
y pedirle que volviera.
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