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P. 224

AUTOR                                                                                               Libro
               contra el salpicadero.
                     —¿Qué? —me preguntó de nuevo, aterrado. Me miraba con el horror reflejado
               en los ojos.
                     —¡Es el coche de Carlisle! Son los Cullen. Lo sé.
                     Vio despertar en mí la esperanza y un temblor violento le sacudió el cuerpo.
                     —¡Eh, cálmate, Jake! Todo va bien. No hay peligro, ¿ves? Relájate.
                     —Sí, relájate —resolló mientras agachaba la cabeza y cerraba los ojos. Mientras
               se concentraba para no transformarse en un lobo, observé el coche negro a través del
               cristal trasero.
                     Sólo puede ser Carlisle, me dije a mí misma. No esperes otra cosa. Quizás Esme...
               Para ya, dije para mis adentros. Sería Carlisle a lo sumo. Más de lo que yo hubiera
               pensado que podría volver a tener.
                     —Hay un vampiro en tu casa —masculló Jacob—. ¿Y tú quieres regresar?
                     Aparté la vista del Mercedes a regañadientes, aterrorizada de que pudiera
               desaparecer   si   le   quitaba   los   ojos   de   encima   un   segundo,   y   le   miré   a   él   para
               contestarle con voz inexpresiva ante la sorpresa con que me había formulado la
               pregunta:
                     —Por supuesto.
                     Por supuesto que quería volver.
                     El rostro de Jacob se endureció hasta convertirse en la máscara de amargura que
               yo había dado por desaparecida. Antes de que tuviera tiempo de ajustársela, atisbé
               cómo flameaba en sus ojos el impacto causado por mi traición. Le seguían temblando
               las manos. Parecía diez años mayor que yo.

                     Inspiró profundamente.
                     —¿Estás segura de que no es una trampa? —me preguntó lentamente, con voz
               severa.
                     —No es una trampa, es Carlisle. ¡Llévame de vuelta!
                     Un estremecimiento hizo ondular los amplios hombros de Jacob, pero sus ojos
               continuaron inexpresivos y vacíos de emoción.
                     —No.
                     —Jake, todo va bien...
                     —No. Vuelve tú sola, Bella —su voz restalló y me estremecí cuando el sonido
               me golpeó. Su mandíbula se tensaba y relajaba sin cesar.
                     —No es como...
                     —He de hablar con Sam ahora mismo. Esto cambia las cosas. No nos pueden
               capturar en su territorio.
                     —¡Jake, esto no es una guerra!
                     No me escuchó. Dejó el cambio de marchas en punto muerto y salió por la
               puerta de un salto, abandonando el coche con el motor encendido.
                     —Adiós, Bella —se despidió sin volverse—. Espero que no mueras, de verdad.
                     Echó a correr en medio de la noche. Temblaba con tal virulencia que su forma
               pareció difuminarse. Desapareció antes de que yo pudiera abrir la boca para llamarle
               y pedirle que volviera.




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