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AUTOR                                                                                               Libro
                     Asentí avergonzada.
                     —¿Desde cuándo sucede esto?
                     —Desde hace poco —dije, y mi voz sonaba a la defensiva— Se convirtió en
               lobisón hace sólo unas pocas semanas.
                     Me fulminó con la mirada.
                     —¿Un licántropo joven? ¡Eso es todavía peor! Edward tenía razón, eres un imán
               para el peligro. ¿No se suponía que te ibas a mantener al margen de los problemas?
                     —Los hombres lobo no son nada peligrosos —refunfuñé, aturdida por su tono
               crítico.
                     —Hasta que pierden los estribos —sacudió la cabeza de un lado al otro con
               energía—. Estas cosas sólo te pasan a ti, Bella. Nadie debería haber estado mejor que
               tú cuando los vampiros nos marchamos de la ciudad, pero tú tenías que involucrarte
               con los primeros monstruos que te encontraras.
                     No quería discutir con Alice. La idea de que estaba realmente ahí, de que podía
               tocar su piel marmórea y escuchar su voz como la de un carillón mecido por el
               viento, aún me hacía estremecer de alegría. Pero ella tenía que fastidiarlo todo.
                     —No, Alice, en realidad los vampiros no se fueron, al menos, no todos. Y ése ha
               sido el verdadero problema. Victoria me habría capturado a estas alturas de no ser
               por los licántropos. Aunque, desde luego, si no hubiera sido por Jake y sus amigos,
               Laurent me habría atrapado antes que ella, claro, así que...
                     —¿Victoria? —susurró ella—. ¿Laurent?
                     Asentí, un poco intimidada por la expresión de sus ojos oscuros. Me señalé el
               pecho.

                     —Soy un imán para el peligro, ¿recuerdas?
                     Sacudió la cabeza otra vez.
                     —Cuéntamelo todo, pero hazlo desde el principio.
                     Pasé por alto el principio soslayando el asunto de las motos y de las voces, pero
               le conté todo lo demás hasta el desastre más reciente. No le gustaron mis poco
               convincentes explicaciones sobre el aburrimiento y los acantilados, de modo que me
               lancé sobre la parte de la historia referida a la extraña llama que había atisbado en el
               agua   y   aventuré   mi   suposición.   Sus   ojos   se   estrecharon   tanto   entonces   que   se
               convirtieron en ranuras. Era raro ver su mirada tan... tan peligrosa, como la de un
               vampiro. Tragué saliva a duras penas y continué con el resto de la historia, lo relativo
               a Harry.
                     Ella lo escuchó todo sin interrumpirme. De vez en cuando sacudía la cabeza y la
               arruga de su frente se volvía más profunda hasta que pareció permanentemente
               grabada   en   el   mármol   de   su   piel.   No   dijo   nada,   y   al   final   se   quedó   inmóvil,
               impresionada por la pena ajena de la muerte de Harry. Pensé en Charlie; volvería
               pronto a casa. ¿En qué condiciones se encontraría?
                     —Nuestra marcha no te hizo bien alguno, ¿a que no? —murmuró Alice.
                     Solté una carcajada, aunque sonó algo histérica.
                     —Pero   ésa   no   es   la   cuestión   de   todos   modos,   ¿verdad?   No   creo   que   os
               marcharais por mi bien.




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