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AUTOR                                                                                               Libro
                     —No especialmente, pero no es asunto suyo de todos modos.
                     Alice me rodeó con un brazo.
                     —¿Y qué vamos a hacer ahora? —musitó ella. Pareció hablar consigo misma
               durante un momento—. Cosas que hacer... Atar cabos sueltos.
                     —¿Qué es lo que hay que hacer?
                     Su rostro se volvió repentinamente cauteloso.
                     —No lo sé con seguridad. Necesito ver a Carlisle.
                     ¿Por qué se tenía que ir tan pronto? Sentí una opresión en el estómago.
                     —¿No puedes quedarte? —le supliqué—. ¿Por favor? Sólo un poco. Te he
               echado mucho de menos —la voz se me quebró.
                     —Si tú crees que es buena idea... —sus ojos mostraron su descontento.
                     —Sí. Puedes quedarte aquí, a Charlie le encantará.
                     —Tengo mi casa, Bella.
                     Asentí, descontenta pero resignada. Ella dudó mientras me estudiaba.
                     —Bueno, al menos necesitaría ir a por una maleta de ropa.
                     La abracé impulsivamente.
                     —¡Alice, eres la mejor!
                     —Además, creo que debería ir de caza ahora  mismo  —añadió con la voz
               estrangulada.
                     —Ups... —di un paso hacia atrás.
                     —¿Podrías mantenerte apartada de los problemas durante una hora? —me
               preguntó con escepticismo. Entonces, antes de que pudiera contestarle, alzó un dedo
               y cerró los ojos. Su rostro se suavizó y quedó en blanco durante unos momentos.

                     Después abrió los ojos y se contestó a su propia pregunta.
                     —Sí, creo que estarás bien. Al menos, por lo que se refiere a esta noche —hizo
               una mueca. Incluso al poner caras, su rostro seguía pareciendo el de un ángel.
                     —¿Volverás? —le pregunté con voz débil.
                     —Te lo prometo. Estaré aquí dentro de una hora.
                     Miré fijamente al reloj que había encima de la mesa. Ella se rió y se inclinó
               rápidamente para darme un beso en la mejilla. Se fue inopinadamente.
                     Respiré hondo. Alice iba a volver. De pronto, me sentí mucho mejor.
                     Tenía  un  montón  de  cosas   de  las  que  ocuparme  mientras  la   esperaba.  Lo
               primero   de   todo   era   darme   una   ducha.   Olisqueé   mis   hombros   mientras   me
               desnudaba sin conseguir detectar el aroma a agua salada y a algas del océano. Me
               pregunté qué era lo que quería decir Alice con lo de que yo olía mal.
                     Volví   a  la   cocina   después  de  ducharme.  No  hallé  indicios   de  que  Charlie
               hubiera comido recientemente y probablemente estaría hambriento a su regreso.
               Tarareé algo entre dientes, sin hacer ruido, yendo de un lado para otro de la cocina.
                     Mientras el estofado del jueves daba vueltas en el microondas, puse sábanas y
               una vieja almohada en el sofá. Alice no las necesitaría, pero Charlie tenía que verlas.
               Fui cuidadosa en lo de no mirar el reloj. No había motivos para sufrir un ataque de
               pánico; Alice lo había prometido.
                     Me apresuré a cenar, sin apreciar el sabor de la comida. Lo único que sentía era




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