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AUTOR                                                                                               Libro
               el dolor de la garganta en carne viva cada vez que tragaba. Sobre todo tenía sed; debí
               de  beberme   casi   dos   litros   de   agua   hasta   quedar   saciada.   La   sal   que   se   había
               acumulado en mi cuerpo me había deshidratado.
                     Fui a comprobar si era capaz de ver la tele mientras esperaba...
                     ... pero Alice ya me aguardaba sentada en su cama improvisada. Sus ojos tenían
               el color del caramelo líquido. Sonrió y palmeó la almohada.
                     —Gracias.
                     —Has llegado pronto —dije eufórica.
                     Me senté a su lado y apoyé la cabeza sobre su hombro. Ella me envolvió con sus
               brazos y suspiró.
                     —Bella, ¿qué vamos a hacer contigo?
                     —No lo sé —reconocí—. De verdad que lo he intentado con todas mis fuerzas.
                     —Te creo.
                     Nos quedamos en silencio.
                     —¿Sabe...? ¿Sabe él...? —inspiré hondo. Era muy difícil decir su nombre en voz
               alta, incluso ahora que sí era capaz de pensar en él—. ¿Sabe Edward que estás aquí?
               —no pude evitar la pregunta. Era mi pena, después de todo. Ya me las apañaría con
               ella cuando Alice se fuera, me prometí a mí misma, y me puse enferma sólo de
               pensarlo.
                     —No.
                     Sólo había una manera de que esto fuese verdad.
                     —¿No está con Carlisle y Esme?
                     —Se pone en contacto con ellos cada pocos meses.

                     —Oh —debía de estar por ahí, disfrutando de sus diversiones. Concentré mi
               curiosidad en un tema más seguro—. Me dijiste que volaste hasta aquí... ¿Desde
               dónde venías?
                     —Me hallaba en Denali. Hacía una visita a la familia de Tanya.
                     —¿Está Jasper aquí? ¿Te ha acompañado?
                     Ella sacudió la cabeza.
                     —No está de acuerdo con que yo interfiera. Prometimos... —dejó que su voz se
               apagara y después de eso cambió el tono—. ¿Y tú crees que a Charlie no le importará
               que me quede aquí? —preguntó, preocupada.
                     —Charlie cree que eres maravillosa, Alice.
                     —Bueno, eso lo vamos a comprobar ahora mismo.
                     Como era de esperar, a los pocos segundos oí cómo el coche patrulla aparcaba
               en la entrada. Me levanté de un salto y me apresuré a abrir la puerta.
                     Charlie caminaba arrastrando los pies por la vía de acceso, con los ojos fijos en
               el suelo y los hombros caídos. Avancé para encontrarme con él; apenas me vio hasta
               que le abracé por la cintura. Me devolvió el abrazo con fuerza.
                     —Cuánto siento lo de Harry, papá.
                     —Lo cierto es que le vamos a echar de menos —murmuró Charlie.
                     —¿Cómo lo lleva Sue?
                     —Parece aturdida, como si aún no fuera consciente de lo que ha pasado. Sam se




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