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AUTOR                                                                                               Libro
               cuando intuí lo que había visto Alice—. ¡No, no, no! ¡No puede hacer eso!
                     —Adoptó esa decisión en cuanto tu amigo le confirmó que era demasiado tarde
               para salvarte.
                     —Pero... pero él se fue. ¡Ya no me quería! ¿Qué diferencia puede haber ahora?
               ¡Sabía que algún día tendría que morir!
                     —Creo que él siempre tuvo claro que no te sobreviviría por mucho tiempo —
               repuso Alice con discreción.
                     —¡Cómo tiene esa desfachatez! —chillé. Entonces, ya me había puesto en pie, y
               Jacob se alzó con aire vacilante para interponerse de nuevo entre Alice y yo—. Ay,
               Jacob, quita de en medio —con desesperación e impaciencia, aparté a codazos su
               cuerpo tembloroso—. ¿Qué podemos hacer? —le imploré a Alice. Algo teníamos que
               poder hacer—. ¿No es posible que le llamemos nosotras? ¿Y Carlisle?
                     Ella negó con la cabeza.
                     —Eso fue lo primero que intenté, pero ha tirado su móvil a un cubo de la
               basura en Río de Janeiro... Alguien lo recogió y contestó —susurró.
                     —Antes dijiste que debíamos darnos prisa. ¿Prisa? ¿Cómo? ¡Hagámoslo, sea lo
               que sea!
                     —Bella, creo que no puedo pedírtelo... —indecisa, Alice se calló.
                     —¡Pídemelo! —le ordené.
                     Puso las manos sobre mis hombros y me sujetó. Movía los dedos  de vez en
               cuando para enfatizar sus palabras.
                     —Quizá ya sea demasiado tarde. Le vi acudir a los Vulturis y pedirles que le
               mataran —la perspectiva nos desalentó y de pronto no vi nada. Las lágrimas me

               hicieron pestañear convulsivamente—. Todo depende de su decisión. Aún no he
               visto que adopten ninguna.
                     »Pero si optaran por negarse, y eso resulta bastante posible si tenemos en
               cuenta que Aro profesa un gran afecto a Carlisle,  y no querría ofenderle, Edward
               tiene un plan B. Ellos mantienen una actitud muy protectora con su ciudad, y
               Edward piensa que los Vulturis actuarían para detenerle si él perturbara de algún
               modo la paz... Tiene razón, lo harían.
                     Apreté los dientes de pura frustración sin dejar de mirarla fijamente. Aún no
               me había dicho nada que explicara por qué seguíamos allí.
                     —Llegaremos tarde si están de acuerdo en concederle su petición, y en caso de
               una negativa por parte de los Vulturis, también llegaremos tarde si él lleva a cabo un
               plan rápido para ofenderlos. Sólo podríamos aparecer a tiempo si se entregara a sus
               inclinaciones más histriónicas.
                     —¡Vamos!
                     —Atiende, Bella. Lleguemos o no a tiempo, vamos a estar en el corazón de la
               ciudad de los Vulturis. Me considerarán cómplice de Edward si tiene éxito y tú serás
               una humana que no sólo sabe demasiado, sino que huele demasiado bien. Las
               posibilidades de que acaben con todos nosotros son muy elevadas, sólo que en tu
               caso no será un castigo, sino un bocado a la hora del almuerzo.
                     —¿Es eso lo que nos retiene aquí? —pregunté con incredulidad—. Iré sola si




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