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traicionándole. Además, ¿a quién traicionaba en realidad? Sólo a mí misma.
Sin apartar sus ojos de los míos, Jacob comenzó a inclinar el rostro hacia mí. Yo
todavía no había tomado ninguna decisión.
El repiqueteo estridente del teléfono nos hizo pegar un bote a los dos, pero él no
perdió su centro de atención. Apartó la mano de mi barbilla y la alargó para tomar el
auricular, pero aún sostenía férreamente mi mejilla con la otra mano. Sus ojos negros
no se apartaron de los míos. Estaba hecha un lío, demasiado confusa para ser capaz
de reaccionar ni aprovechar la ventaja de la distracción.
—Casa de los Swan —contestó Jacob en voz baja, ronca y grave.
Alguien le contestó y Jacob se alteró al momento. Se envaró y me soltó el rostro.
Se apagó el brillo de sus ojos, se quedó lívido, y hubiera apostado lo poco que
quedaba de mis ahorros para ir a la universidad a que se trataba de Alice.
Me recuperé y extendí la mano para tomar el auricular, pero él me ignoró.
—No está en casa —Jacob pronunció esas palabras con un tono amenazador.
Hubo una réplica breve, parecía una petición de información, ya que Jacob añadió de
mala gana—: Se encuentra en el funeral.
A continuación, colgó el teléfono.
—Asqueroso chupasangre —murmuró por lo bajini. Volvió el rostro hacia mí,
pero ahora volvía a ser una máscara llena de amargura.
—¿A quién le acabas de colgar mi teléfono en mi casa? —pregunté de forma
entrecortada, enojadísima.
—¡Cálmate! ¡Él me colgó a mí!
—¿Quién era?
—El doctor Carlisle Cullen —pronunció el título con sorna.
—¡¿Por qué no me has dejado hablar con él?!
—No ha preguntado por ti —repuso Jacob con frialdad. Su rostro era
inexpresivo y estaba en calma, pero las manos le temblaban—. Preguntó dónde
estaba Charlie y le respondí. No me parece que haya quebrantado las reglas de la
cortesía.
—Escúchame, Jacob Black...
Pero era obvio que no lo hacía. Volvió la vista atrás, como si hubiera oído su
nombre en otra habitación. Abrió los ojos y se quedó rígido; luego comenzó a
estremecerse. Yo también agucé el oído, pero sin oír nada.
—Adiós, Bella —espetó, y dio media vuelta para dirigirse a la puerta de la
entrada.
Corrí tras él.
—¿Qué pasa?
Choque contra él, que se balanceó hacia atrás, despotricando en voz baja. Me
golpeó en un costado al girar otra vez. Perdí pie y me caí al suelo, con la mala suerte
de que mis piernas se engancharon con las suyas.
—¡Maldita sea, ay! —me quejé mientras él se apresuraba a sacudir las piernas
para liberarse cuanto antes.
Forcejeé para incorporarme y Jacob se lanzó como una flecha hacia la puerta
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