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AUTOR                                                                                               Libro
                     —Te echaré de menos cada minuto —susurró Jacob, haciéndose eco de mis
               pensamientos—. Espero que se largue pronto.
                     —La verdad, Jake, no tiene por qué ser así.
                     Suspiró.
                     —Sí, Bella, sí ha de ser así. Tú... la quieres, y sería conveniente que yo no
               estuviera cerca de ella. No estoy seguro de mantenerme siempre lo bastante sereno
               como para poder manejar la situación. Sam se enfadaría si se enterase de que he
               quebrantado el tratado y  —su voz se  tornó  sarcástica— no  creo que  te  hiciera
               demasiado feliz que matara a tu amiga.
                     Le rehuí cuando dijo eso, pero él se limitó a hacer más fuerte la presa de sus
               brazos, negándose a soltarme.
                     —No hay forma de evitar la verdad. Así están las cosas, Bella.
                     —Pues no me gusta.
                     Jacob liberó un brazo para sostener mi mentón con la mano ahuecada y lo
               levantó para obligarme a que le mirase.
                     —Sí, era más sencillo cuando los dos sólo éramos humanos, ¿verdad?
                     Suspiré.
                     Nos miramos el uno al otro durante mucho tiempo. Su mano ardía sobre la piel
               de mi rostro. Sabía que allí no había otra cosa que nostalgia y tristeza. No quería
               despedirme, por breve que llegara a ser la separación. Al principio su rostro fue un
               reflejo del mío, pero luego, sin que ninguno de los dos desviara la mirada, su
               expresión cambió.
                     Me soltó y alzó la otra mano para acariciarme la mejilla con las yemas de los

               dedos y terminar descendiendo hasta la mandíbula. Noté el temblor de sus dedos,
               aunque en esta ocasión no era a causa de la ira. Colocó la palma de su mano sobre mi
               mejilla, de modo que mi rostro quedó atrapado entre sus manos abrasadoras.
                     —Bella —susurró.
                     Me quedé helada.
                     ¡No! Aún no había tomado una decisión al respecto. No sabía si era capaz de
               hacerlo, y ahora no tenía tiempo para pensar, pero hubiera sido una necia si hubiera
               pensado que un rechazo en ese momento no iba a tener consecuencias.
                     A su vez, también yo clavé en él mi mirada. No era mi Jacob, pero podía serlo.
               Su querido rostro era el de siempre. Yo le amaba de verdad en muchos sentidos. Era
               mi consuelo, mi puerto seguro, y en ese preciso momento yo podía escoger que me
               perteneciera.
                     Por el momento, Alice había regresado, pero eso no cambiaba nada. La persona
               a quien amaba de verdad se había marchado para siempre. El príncipe no iba a
               regresar para despertarme de mi letargo mágico con un beso. Al fin y al cabo,
               tampoco yo era una princesa, por lo que ¿cuál era el protocolo de los cuentos de
               hadas para otros besos? ¿Acaso la gente corriente y moliente no necesitaba romper
               ningún conjuro?
                     Tal vez sería fácil, algo así como cuando sostenía su mano o me rodeaba con sus
               brazos.   Quizá   sería   agradable.   Quizá   no   me   diera   la   impresión   de   estar




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