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AUTOR Libro
El funeral
Bajé las escaleras a todo correr y abrí la puerta de un tirón.
Era Jacob, por supuesto. Incluso aunque no le pudiera ver, Alice era muy
intuitiva.
Se había quedado a metro y medio de la puerta y arrugaba la nariz con gesto de
desagrado, pero aparte de eso su rostro estaba en calma, como el de una máscara. No
me engañó. Vi el débil temblor de sus manos.
Emanaba oleadas de hostilidad, lo cual me retrotrajo a aquella espantosa tarde
en la que había preferido a Sam antes que a mí y respondí a la defensiva irguiendo el
mentón.
El Golf de Jacob permanecía al ralentí con el freno echado. Jared estaba al
volante y Embry en el asiento del copiloto. Me di cuenta de lo que eso significaba:
temían dejarle venir solo, lo que me entristeció y sorprendió, ya que el
comportamiento de los Cullen no justificaba semejante actitud.
—Hola —dije finalmente al ver que él seguía sin hablar.
Jake frunció los labios y continuó a la misma distancia que había mantenido con
respecto a la puerta. Repasó la fachada de la casa con la mirada.
Apreté los dientes y pregunté:
—No está aquí. ¿Necesitas algo?
Él vaciló.
—¿Estás sola?
—Sí.
Suspiré.
—¿Podemos hablar un minuto?
—Por supuesto, Jacob. Vamos, entra.
Miró por encima de su hombro a sus amigos, sentados en el coche. Vi a Embry
mover la cabeza de forma casi imperceptible. No supe la razón, pero eso me fastidió
un montón.
Me rechinaron los dientes y murmuré en voz muy baja:
—Gallina.
Los ojos de Jacob relampaguearon y se centraron en mí. Encima de sus ojos
hundidos, sus pobladas cejas negras adoptaron un ángulo que les confería un aspecto
airado. Apretó los dientes y desfiló —no existía otra palabra para describir la forma
en que se movía— por la vereda y se encogió de hombros al pasar junto a mí para
entrar en la casa.
Antes de cerrar de un portazo, mi mirada se encontró primero con la de Jared y
luego con la de Embry. No me gustó la dureza con la que me observaban. ¿De veras
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