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AUTOR                                                                                               Libro
                     Alice hizo una pausa en ese momento para escuchar cada vez con expresión
               más horrorizada a medida que transcurrían los segundos. Entreabrió la boca en
               forma de «o» a causa del espanto y el móvil le tembló en la mano.
                     —¿Por qué? —preguntó con voz entrecortada—. ¿Por qué lo has hecho, Rosalie?
                     Fuera cual fuera la respuesta, el mentón de Alice se tensó a causa de la ira. Le
               centellearon los ojos y luego los entrecerró.
                     —En fin, te has equivocado en ambos casos, aunque, Rosalie, era fácil suponer
               que iba a ser un problema, ¿a que sí? —preguntó con sarcasmo—. Sí, exacto, ella se
               encuentra perfectamente... Me equivoqué... Es una larga historia, pero en eso también
               te equivocas. Ésa es la razón por la que llamo... Sí, eso es exactamente lo que vi —
               Alice habló con dureza. Fruncía los labios hasta el punto de dejar los dientes al
               descubierto—. Es un poco tarde para eso, Rose. Guárdate tu remordimiento para
               quien te crea.
                     Cerró el móvil con un movimiento vertiginoso de dedos. Se volvió hacia mí y
               me miró con ojos atormentados.
                     —Alice, Carlisle ya ha regresado —mascullé rápidamente sin dejar que me
               contara nada. Necesitaba unos segundos más de tregua antes de que hablara y sus
               palabras destruyeran lo poco que me quedaba de vida—. Acaba de llamar...
                     Se me quedó mirando sin comprender y luego preguntó con voz apagada:
                     —¿Cuánto hace de eso?
                     —Medio minuto antes de tu aparición.
                     —¿Qué dijo? —ahora me estaba prestando atención, quedó a la espera de mi
               respuesta.

                     —Yo no hablé con él.
                     Mis ojos volaron en pos de Jacob, y Alice clavó su penetrante mirada en él, que
               reaccionó con un estremecimiento, pero no se apartó de mi lado. Se sentó con
               torpeza, casi como si pretendiera escudarme con su cuerpo.
                     —Preguntó por Charlie y le respondí que no se encontraba aquí —musitó Jacob
               con resentimiento.
                     —¿Nada más? —inquirió Alice con voz glacial.
                     —Después me colgó el teléfono —le espetó Jacob. Un temblor le recorrió la
               columna vertebral y me hizo estremecer.
                     —Le dijiste que Charlie estaba en el funeral —le recordé.
                     Alice sacudió la cabeza hacia mí.
                     —¿Cuáles fueron las palabras exactas?
                     —Jacob dijo: «No está en casa», y cuando Carlisle preguntó por el paradero de
               Charlie, respondió: «Se encuentra en el funeral».
                     Alice gimió y cayó de rodillas.
                     —Cuéntamelo, Alice —susurré.
                     —No fue Carlisle quien telefoneó —explicó con desesperanza.
                     —¿Me estás llamando mentiroso? —gruñó Jacob, que seguía junto a mí.
                     Alice le ignoró y se concentró en mi rostro perplejo.
                     —Era Edward —las palabras borbotearon en un susurro entrecortado—. Cree




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