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AUTOR                                                                                               Libro







                                                     La carrera




                     Llegamos a tiempo de subir a nuestro vuelo por los pelos, y entonces comenzó
               la verdadera tortura. El avión haraganeaba ocioso en la pista, mientras los auxiliares
               de vuelo paseaban por el pasillo con toda tranquilidad, al tiempo que palmeaban las
               bolsas de los portaequipajes superiores para cerciorarse de que estaban bien sujetas.
               Los pilotos permanecían apoyados fuera de la cabina de mando y charlaban con ellos
               cuando pasaban. La mano de Alice me aferraba con fuerza por el hombro para
               tranquilizarme mientras yo, devorada por la ansiedad, no dejaba de moverme en el
               asiento de un lado para otro.
                     —Se va más deprisa volando que corriendo —me recordó en voz baja.
                     Me limité a asentir una única vez sin dejar de moverme.
                     Al final, el avión se alejó rodando muy despacio desde el punto de partida y
               comenzó a adquirir velocidad con una paulatina regularidad que luego me traería
               por la calle de la amargura. Esperaba disfrutar de un reposo cuando hubiéramos
               completado el despegue, pero mi impaciencia y mi frenesí no disminuyeron.
                     Alice   sacó   el   móvil   del   respaldo   del   asiendo   de   delante   antes   de   que
               hubiéramos dejado de ascender y le dio la espalda a la azafata, quien la observó con
               desaprobación.   Hubo   algo   en   mi   expresión   que   la   disuadió   de   acercarse   para
               protestar.
                     Intenté dejar de escuchar lo que Alice le decía a Jasper entre susurros, porque
               no quería espiarla de nuevo, pero aun así, oía algunas frases sueltas.
                     —No estoy segura del todo. Le veo hacer cosas diferentes, continúa cambiando
               de parecer... Salir a matar a todo el que se ponga por delante, atacar a la guardia,
               alzar un coche por encima de la cabeza en la plaza mayor... En su mayoría, son
               hechos que lo descubrirían... Él sabe que ésa es la forma más rápida de obligarles a
               reaccionar.
                     »No, no puedes —Alice habló todavía más bajo, hasta que su voz resultó casi
               inaudible a pesar de encontrarme a escasos centímetros de ella. Hice lo contrario a lo
               que me proponía y escuché con más interés—. Dile a Emmett que él tampoco...
               Bueno, pues ve tras Emmett y Rosalie y haz que vuelvan... Piénsalo, Jasper. Si nos ve

               a cualquiera de nosotros, ¿qué crees que va a hacer...? —asintió con la cabeza—.
               Exactamente...
                     »Me parece que Bella es la única oportunidad, si es que hay alguna... Haré
               cuanto esté en mi mano, pero prepara a Carlisle. Las posibilidades son escasas...
                     Después, se echó a reír y dijo con voz temblorosa:
                     —He pensado en ello... Sí, te lo prometo —su voz se hizo más suplicante—. No
               me sigas. Te lo juro, Jasper, de un modo u otro me las apañaré para salir de ahí... Te




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