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responderle que no.
—¿Los Vulturis? —musité, todavía un poco alelada.
—Por supuesto, Bella. Mantengo el contacto, ahora se lo van a decir.
—Cuéntame.
Un auxiliar de vuelo acudió de puntillas, por el pasillo, hacia nosotras.
—¿Desean una almohada las señoras?
El tono bajo de su pregunta constituía una reprimenda por el volumen
relativamente alto de nuestra conversación.
—No, gracias.
Alice le embelesó con una sonrisa radiante e increíblemente afectuosa. La
expresión del hombre fue de aturdimiento mientras daba la vuelta y regresaba a su
puesto con paso poco firme.
—Cuéntame—musité, hablando casi para mí.
—Se han interesado por él —me susurró al oído—. Creen que su don puede
resultarles útil. Le van a ofrecer un lugar entre ellos.
—¿Y qué va a contestar?
—Aún no lo he visto, pero apostaría a que el lenguaje va a ser subido de tono —
volvió a esbozar otra gran sonrisa—. Ésta es la primera noticia buena, el primer
respiro. Están intrigados y en verdad no desean acabar con él... Aro va a emplear el
término «despilfarro»... Quizá eso le obligue a ser creativo. Cuanto más tiempo
invierta en hacer planes, mejor para nosotras.
Aquello no bastó para hacerme concebir esperanzas ni compartir el evidente
respiro de Alice. Seguía habiendo muchas probabilidades de que llegáramos tarde, y
si no conseguía traspasar los muros de la ciudad de los Vulturis, no podría impedir
que Alice me arrastrara de vuelta a casa.
—¿Alice?
—¿Qué?
—Estoy desconcertada. ¿Cómo es que hoy lo ves con tanta claridad y sin
embargo, en otras ocasiones, vislumbras cosas borrosas, hechos que luego no
suceden?
Cuando la vi entrecerrar los ojos me pregunté si adivinaba en qué estaba
pensando.
—Lo veo claro porque se trata de algo inmediato, cercano, y estoy realmente
concentrada. Las cosas lejanas que vienen por su propia cuenta son simples atisbos,
tenues posibilidades, además de que veo a mi gente con más facilidad que a los
humanos. Con Edward es incluso más fácil, ya que estoy en sintonía con él.
—En ocasiones, me ves —le recordé.
Meneó la cabeza.
—No con la misma claridad.
Suspiré.
—¡Cuánto me habría gustado que hubieras acertado conmigo! Al principio,
cuando tuviste visiones sobre mí incluso antes de conocernos...
—¿Qué quieres decir?
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