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AUTOR                                                                                               Libro
                     —Me viste convertida en una de vosotros —repuse articulando para que me
               leyera los labios.
                     Ahora suspiró ella.
                     —Era posible en aquel tiempo...
                     —En aquel tiempo —repetí.
                     —La verdad, Bella... —vaciló, y luego pareció hacer una elección—. Te seré
               sincera, creo que todo esto ha ido más allá de lo ridículo. Estoy considerando si
               debería limitarme a transformarte por mi cuenta.
                     Me quedé helada de la impresión y la miré fijamente. Mi mente opuso una
               resistencia inmediata a sus palabras. No podía permitirme el lujo de albergar ese tipo
               de esperanza si luego cambiaba de parecer.
                     —¿Te he asustado? —inquirió con sorpresa—. Creí que eso era lo que querías.
                     —¡Y lo quiero! —repuse con voz entrecortada—. ¡Alice, Alice, hazlo ahora!
               Podría ayudarte mucho, y no... te retrasaría. ¡Muérdeme!
                     —¡Chitón! —me avisó. El auxiliar volvía a mirar en nuestra dirección—. Intenta
               ser razonable —susurró—. No tenemos tiempo suficiente. Mañana debemos entrar
               en Volterra y tú estarías retorciéndote de dolor durante días —hizo una mueca—. Y
               creo que el resto del pasaje no reaccionaría bien.
                     Me mordí el labio.
                     —Cambiarás de opinión si no lo haces ahora.
                     —No —torció el gesto con expresión desventurada—. No creo que cambie de
               opinión. Él se enfurecerá, pero ¿qué puede hacer al respecto?
                     Mi corazón latió más deprisa.

                     —Nada de nada.
                     Se rió quedamente y volvió a suspirar.
                     —Depositas mucha fe en mí, Bella. No estoy segura de poder. Lo más probable
               es que acabara matándote.
                     —Me arriesgaré.
                     —Eres un bicho muy raro, incluso para ser humana.
                     —Gracias.
                     —Bueno, de todos modos, esto es pura hipótesis. Antes debemos sobrevivir al
               día de mañana.
                     —Tienes razón.
                     Al menos, tenía algo a lo que aferrarme si lo lográbamos. Si Alice cumplía su
               promesa —y no me mataba—, Edward podía correr todo lo que quisiera en busca de
               distracciones, ya que entonces le podría seguir. No iba a dejarle distraerse. Quizá no
               quisiera distracciones cuando yo fuera hermosa y fuerte.
                     —Vuelve   a   dormirte   —me   animó   ella—.   Te   despertaré   en   cuanto   haya
               novedades.
                     —Vale —refunfuñé, persuadida de que retomar el sueño era ahora una batalla
               perdida.
                     Alice recogió las piernas sobre el asiento y las abarcó con los brazos para luego
               apoyar la cabeza encima de las rodillas. Se balanceó adelante y atrás mientras se




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