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SEMANA POR LA JUSTICIA Y LA PAZ CELEBRADA POR LA FAMILIA
DOMINICA
LILIANA RODRÍGUEZ MONTERO, laica dominica, defensora de derechos humanos, abogada especialista
en derechos humanos, miembro de justicia y paz op Venezuela, miembro de la REDHLARA, colaboradora
de foro penal capítulo Washington DC.
En Venezuela, la Orden de Predicadores, o Dominicos (como nos
conocen en todo el mundo) celebramos del 24 al 30 de mayo de 2020 la Semana
por la Justicia y la Paz.
Preguntarán: ¿Qué hace una orden religiosa hablando de Justicia y Paz, o
involucrados con los derechos humanos? Ésa misma interrogante me la hacía
una gran amiga especialista en los Derechos Humanos. Mi respuesta fue
hablarle desde lo que hizo el fundador de la Orden hace más de 800 años, hasta
la obra de los dominicos en este tiempo actual.
Ciertamente Santo Domingo de Guzmán no solo hizo historia convocando a un
grupo de amigos de la Universidad de Palencia para evangelizar, hablando de
Dios y con Dios, o enseñando el Santo Rosario como el modo de enseñar las
Sagradas Escrituras a los más humildes, que en su mayoría no sabían leer y
escribir, y así conocieran la vida de Jesús de Nazareth; sino que hizo más que
eso.
La misión de Domingo y de su familia religiosa está dirigida desde el Evangelio,
“Vayan y hagan discípulos a todas las naciones” Mt 28, 19. Pero también hay
que entender el entorno y la realidad que vivió nuestro Padre Fundador.
Desde muy pequeño, la formación de Domingo De Guzmán estuvo marcada por
la rectitud de su padre y, sobre todo, por el don de la compasión heredado de su
madre, la Beata Juana de Aza. A lo largo de su vida, el Bienaventurado Domingo
supo, en su contacto con la humanidad, expresar en acciones concretas su
entrañable compasión, no solo al vender sus libros para dar de comer a los
pobres sino al preguntarse constantemente en la oración “Señor, ¿qué será de
los pecadores?”. Esta pregunta, la realidad de su época y su experiencia de Dios
impulsaron su predicación, convirtiéndolo en defensor de la vida y del derecho
de los más pobres a conocer la verdad. El testamento de paz que dejó Domingo
de Guzmán nos hace herederos de lo que fue la pasión de su vida: vivir con
Cristo y aprender de Él la vida apostólica.
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