Page 89 - El niño con el pijama de rayas
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Después de aquel día, todas las tardes Bruno volvía al tramo de alambrada
      donde solían encontrarse, pero Shmuel nunca estaba allí. Pasó casi una semana y
      Bruno estaba convencido de que su comportamiento había sido tan terrible que
      Shmuel nunca lo perdonaría, pero el séptimo día se llevó una gran alegría al ver
      que su amigo lo estaba esperando sentado en el suelo con las piernas cruzadas,
      como de costumbre, y con la vista clavada en el polvo.
        —Shmuel —dijo, corriendo hacia él y sentándose. Casi lloraba de alivio y
      arrepentimiento—. Lo siento mucho, Shmuel. No sé por qué lo hice. Di que me
      perdonas.
        —No  pasa  nada  —dijo  Shmuel,  mirándolo.  Tenía  la  cara  cubierta  de
      cardenales. Bruno se estremeció y por un momento olvidó sus disculpas.
        —¿Qué te ha pasado? —preguntó, pero no esperó a que Shmuel contestara—.
      ¿Te has caído de la bicicleta? A mí me pasó una vez en Berlín, hace un par de
      años. Me caí porque iba demasiado rápido y estuve lleno de cardenales varias
      semanas. ¿Te duele?
        —Ya no lo noto —dijo Shmuel.
        —Debe de dolerte.
        —Ya no noto nada.
        —Oye, siento lo de la semana pasada. Odio al teniente Kotler. Se cree que
      manda él, pero se equivoca. —Vaciló un momento, porque no quería desviarse
      del  tema.  Sentía  que  debía  decirlo  una  vez  más  de  todo  corazón—.  Lo  siento
      mucho, Shmuel —repitió con voz clara—. No puedo creer que no le dijera la
      verdad. Nunca le había vuelto la espalda a un amigo mío. Me avergüenzo de mí
      mismo, Shmuel.
        Shmuel  sonrió  y  asintió  con  la  cabeza.  Entonces  Bruno  supo  que  lo  había
      perdonado. A continuación, Shmuel hizo algo que nunca había hecho: levantó la
      base de la alambrada como hacía cuando Bruno le llevaba comida, pero aquella
      vez metió la mano por el hueco y la dejó allí, esperando a que Bruno hiciera lo
      mismo, y entonces los dos niños se estrecharon la mano y se sonrieron.
        Era la primera vez que se tocaban.
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