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No debía de ser muy buen profesor. El primer año tuvo pocos
                    estudiantes y el segundo ¡ninguno! Por este motivo, se le encarga-
                    ron clases de otras materias muy variadas, como retórica, historia
                    o ética. Además de las clases, realizaba almanaques, lo que hoy
                    llamaríamos horóscopos. La astrología de Kepler merece algún
                    comentario aparte. Quiso la casualidad que sus primeras incursio-
                    nes como «calendarista» fueran muy exitosas: predijo un frío muy
                    intenso y un ataque del ejército turco, que efectivamente se pro-
                    dujeron.





                    «MYSTERIUM COSMOGRAPHICUM»

                    Entremos a considerar la obra de Kepler.  Sin ninguna duda, su
                    primera gran obra es el Mysterium cosmographicum. Su nombre
                    exacto eraProdromus dissertationum cosmographicarum, con-
                    tinens Mysterium cosmographicum de admirabili proportione
                    orbium coelestium: deque causis coelorum numeri, magnitudi-
                    nis, motuumque periodicorum genuinis et propriis, demonstra-
                    tum per quinque regularia corpora Geometrica,  que significa
                    Preludio de las disertacio!les cosmogr<j,jicas que contiene el mis-
                    terio  cosmográfico  acerca  de  la  admirable proporción  de  los
                    orbes celestes y de las razones genuinas y propias del número,
                    la magnitud y el movimiento periódico del cielo, demostrado por
                    cinco cuerpos geométricos regulares.  Salió a la luz en 1597.
                        Este libro fue un gran éxito. Parte de unos principios absur-
                    dos, aplica una argumentación absurda y llega a unas conclusiones
                    absurdas. ¿Por qué, entonces, tuvo tanto éxito? Porque era bello.
                    Hoy día, tras tantos años de generaciones de astrónomos y tantos
                    años de revisión crítica de los trabajos pasados, podemos cierta-
                    mente enjuiciar esta obra como absurda. Probablemente, si hubié-
                    ramos vivido entonces, nos hubiéramos quedado petrificados ante
                    la fuerza arrolladora de la palabra de Kepler, como les pasó a sus
                    asombrados contemporáneos. Esta obra desempeñó un papel in-
                    teresante en el desarrollo de la astronomía; a veces los pasos errá-
                    ticos acaban llevando al mayor avance. Su publicación fue decisiva,





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