Page 32 - 12 Kepler
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Brahe, de las que nos ocuparemos luego. ¿Qué críticas podrían
ponerse a ese tratado? Desde nuestra posición de observadores
del siglo XXI esto sería muy sencillo. No hay seis planetas, seis eran
los que Kepler conocía. Debería haber pensado que podía haber
más, indetectables por ser pequeños o estar alejados.
Además, tenía un grado de libertad adicional, al ordenar los
poliedros de forma que todo cuadrara mejor, con lo cual la coinci-
dencia con las distancias planetarias era más fácil de obtener. Pero
pasada la euforia inicial, pronto se dio cuenta de que las distancias
reales dadas por Copérnico no coincidían con las deducidas me-
diante el método de los poliedros. Como estas distancias no eran
perfectamente constantes, pensó más adelante que las esferas
correspondientes a las órbitas debían de tener una cierta holgura,
lo que proporcionó un ajuste un poco mejor. Tarde o temprano tuvo
que darse cuenta de que las distancias deducidas no eran las ver-
daderas pero nunca llegó a abandonar completamente su concep-
ción poliédrica del mundo. A propósito de su Mysterium decía:
Jamás podré traducir a palabras el deleite que sentí a raíz de mi
descubrimiento. Ya no me pesaba el tiempo perdido, ya no sentía
ningún hastío ante el trabajo, no vacilaba ante los cálculos por difí-
ciles que fueran. Pasé días y noches resolviendo números hasta ver
si la sentencia expresada en palabras coincidía con las órbitas de
Copémico, o si los vientos se llevarían consigo mi regocijo.
Antes de ponerse al trabajo había que procurar adivinar las
intenciones del Creador al crear el mundo. Evidentemente, los
científicos actuales no hubieran aceptado esa metodología mís-
tica. No se puede pretender indagar en la mente de Dios para de-
ducir leyes de la naturaleza.
¿ Y qué se decía de las estrellas fijas en este hermoso libro?
Casi no se consideraban, como era usual en aquellos tiempos. Las
estrellas que se llamaban fijas, por estar como «infijas» en una
«ochava esfera», no habían llamado mucho la atención como ob-
jeto de la astronomía. La concepción medieval de las estrellas las
suponía como agujeritos por donde se filtraba la luz divina ulte-
rior. Por entonces, explicar el universo equivalía a explicar el sis-
32 EL ASTRÓLOGO Y VISIONARIO