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aunque solo fuera porque permitió a su autor tanto continuar en su
         puesto de trabajo como con el curso de su pensamiento.
             Empecemos por expresar el resultado absurdo. Los planetas
         tenían una distancia al Sol que se podía calcular de la siguiente
         manera, empleando las propias palabras de Kepler:


             A ella [a la Tierra] la circunscribe un dodecaedro; la esfera que lo
             comprenda será la de Marte. La órbita de Marte está circunscrita por
             un tetraedro; la esfera que lo comprenda será la de Júpiter. La órbita
             de Júpiter está circunscrita por un cubo; la esfera que lo comprenda
             será la de Saturno. Ahora, ubica un icosaedro dentro de la órbita de
             la Tierra; la esfera inscrita será la de Venus. Sitúa un octaedro dentro
             de la órbita de Venus; la esfera inscrita a él será la de Mercurio.


             En otras palabras, cada órbita de un planeta es una esfera que
         circunscribe uno de los sólidos perfectos e inscribe otro sólido
         perfecto. Y la sucesión de órbitas y sólidos perfectos es: Mercurio,
         octaedro, Venus, icosaedro, la Tierra, dodecaedro, Marte, tetrae-
         dro, Júpiter, cubo, Saturno.
             Bien es sabido que solo hay cinco sólidos perfectos, los rese-
         ñados en la lista anterior. Eso estaba bien demostrado desde los
         tiempos de los admirables geómetras griegos. Había seis planetas
         y cinco sólidos perfectos. Esta era la razón por la que solo había
         seis planetas, contestando así a una pregunta que él, y nadie antes
         que él, se había formulado: ¿Por qué solo hay seis planetas?
             ¿Cómo llegó a semejante conclusión? Por unos derroteros
         que, aunque geniales y solo fluyentes de su imaginación caliente,
         fueron típicamente medievales. Podríamos esbozarlos así: Copér-
         nico ha situado el Sol en el centro del universo. Eso significa que
         el Sol es el corazón o el rey del cosmos, lo que genera la fuerza
         que lo mueve. El Sol es ahora el que tiene el atributo divino. De él
         sale el «vigor» que hace girar los planetas. Ese vigor se va debili-
         tando con la distancia. Por esa razón, los planetas giran más des-
         pacio cuanto más lejos están del Sol.
             Antes de existir el mundo ya existía la geometría, por lo que la
         geometría tiene carácter divino.  Es más, la geometría es parte de
         Dios, porque Él no puede hacer nada al azar, y lo que hace ha de ser






                                                 EL ASTRÓLOGO Y VISIONARIO    29
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