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tema solar, el orden de los planetas, el Sol y la Luna; era explicar
el cosmos, que en griego significa «orden», era explicar el sistema
tan excelentemente ordenado del sistema planetario. Kepler pen-
saba que Copérnico había trasladado la luz divina desde más allá
de la ochava esfera hasta el Sol, lo cual, por paradójico que re-
sulte, le acabaría llevando a la tercera ley que lleva su nombre. En
términos aún cualitativos, la idea de esta tercera ley estaba ya
rondando la cabeza de Kepler en este primer libro.
Encontrar una regla que nos proporcione las distancias de los
planetas al Sol es lo que hoy se llamaría un problema de «ajuste».
Kepler podria haber pensado en una sucesión, como más adelante
buscaron Titius y Bode. Sin embargo, eligió un camino menos prác-
tico pero más hermoso. Y a pesar de que más adelante fue mucho
más respetuoso haciendo encajar la teoría con los datos, nunca dejó
de pensar que la serie de órbitas y sólidos perfectos de su Myste-
rium era correcta como reflejo de la creación de un Dios geómetra
Kepler no solo creía en la Santísima Trinidad, sino que la veía
reproducida en el mundo: El Sol era el Padre, el Hijo, los planetas,
y el Espíritu Santo ese «vigor», esa anima motrix, esa vix moto-
ria, esa fuerza que surgía del Sol hacia los planetas que movía.
La edición del Mysterium fue costeada por la Universidad de
Tubinga. Kepler tuvo que pagar de su propio bolsillo 200 ejempla-
res por un valor de 300 florines. Envió a su viejo profesor Mastlin
50 ejemplares con la intención de que los distribuyera oportuna-
mente, y envió ejemplares a muchos otros colegas, entre ellos Ga-
lileo y Tycho. Dedicó la obra a las autoridades de Estiria, la región
cuya capital es Graz, con objeto de obtener algún beneficio como
reconocimiento; de ellas recibió, en efecto, 250 florines. No perdió
demasiado dinero ... pero perdió. Mastlin, que estaba hechizado
con la ocurrencia de su antiguo estudiante, se ocupó en persona,
diaria y meticulosamente, de que la edición fuera perfecta.
El manuscrito contenía un capítulo sobre la compatibilidad de
la Biblia y el modelo de Copérnico y su desarrollo posterior en el
Mysterium. Pero, quizá con buen criterio, el rector de la Universi-
dad de Tubinga le hizo desistir. Ese capítulo hubiera sido mucho
más polémico, hubiera desatado grandes simpatías y grandes anti-
patías entre los lectores, hubiera hecho que la atención se centrara
34 EL ASTRÓLOGO Y VISIONARIO