Page 35 - 12 Kepler
P. 35
en él y que el hermoso artificio de conjunción de planetas y sólidos
perfectos hubiera pasado más desapercibido. Kepler aceptó el con-
sejo, dejando la polémica de la compatibilidad entre Biblia y cien-
cia para conversaciones particulares o para más adelante. Hizo
bien: hubiera terminado como Galileo o como Bruno, porque los
asuntos religiosos estaban entonces en plena efervescencia.
«HARMONICE MUNDI»
Esta obra fue concebida ya en la etapa de Graz, poco después del
Mysterium, aunque fue elaborada más adelante y publicada en 1619.
Había trazado ya las líneas de argumentación en torno a 1599 cuando
terúa unos veintiocho años. Se trata nuevamente de pensamientos y
fantasías basadas en la belleza y la voluntad divina, por lo tanto, no
había de tener este libro una gran trascendencia directa sobre la fí-
sica y la astronomía actuales. Sí que la tuvo indirectamente, porque
esta imaginativa forma de pensar, apartada desde hace tiempo de la
ciencia racional, por paradójico que parezca, condttjo a Kepler a for-
mular la tercera de sus conocidas leyes. Como, en cualquier caso,
Kepler contrastaba escrupulosamente los resultados de sus fanta-
sías y creencias con los datos, no se puede negar el valor del hallazgo
de esta ley. En todo caso, son de reconocer el tesón, la imaginación,
el espíritu de este místico, filósofo, geómetra y astrónomo, valores
estos combinados ahora, en este libro, con un perfecto conocimiento
de las consonancias de los instrumentos musicales.
Necesitó profundizar en la música y sus consonancias aritmé-
ticas, para lo cual dispuso de un interesante libro: Dialogo della
musica antica e moderna, escrito por Galilei; pero no por Galileo
Galilei (1564-1642), sino por su padre, Vincenzo Galilei (1520-
1591). Kepler aunó en este libro astronomía, música y geometría.
El ingrediente nuevo era la música, o bien, muchas otras causas
de armorúa, como podrían ser las bellas proporciones arquitectó-
nicas o la métrica de los versos, pero se centró en la música.
Estudió en profundidad a Euclides (ca. 325 a.C.-ca. 265 a.C.),
a quien elogió con ditirambos sin límite: al estudiar a Euclides
EL ASTRÓLOGO Y VISIONARIO 35