Page 18 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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Aun  más,  ¡todavía  nos  sigue  limpiando!  Juan  nos  dice:  «Estamos  siendo  limpiados  de  todo
            pecado  por  la  sangre  de  Jesús».  En  otras  palabras,  siempre  estamos  siendo  limpiados  .  La

            limpieza no es una promesa para el futuro, sino una realidad en el presente. Si una mota de polvo

            cae en el alma de un santo, se la limpia. Si una mota de suciedad cae en el corazón de un hijo de
            Dios, esa suciedad es limpiada. Jesús todavía limpia los pies de sus discípulos. Jesús todavía lava

            las manchas. Jesús todavía purifica a las personas.

                Nuestro Salvador se arrodilla y mira los actos más oscuros de nuestras vidas. Pero en lugar de
            retraerse con horror, se extiende en bondad y dice: «Yo puedo limpiarte, si lo quieres». De la fuente

            de su gracia toma a manos llenas su misericordia y lava nuestro pecado.

                Pero  eso  no  es todo.  Debido  a  que  vive  en  nosotros, usted  y  yo  podemos hacer lo mismo.

            Porque  Él nos  ha perdonado,  nosotros  podemos  perdonar a  otros.  Porque  Él tiene  un  corazón

            perdonador, nosotros podemos tener un corazón que perdona. Podemos tener un corazón como el
            suyo.


                «Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los
            pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros

            también hagáis» ( Juan 13.14– 15 ).

                Jesús lava nuestros pies por dos razones. La primera es darnos misericordia; la segunda es
            darnos un mensaje, y ese mensaje sencillamente es: Jesús ofrece gracia incondicional; nosotros

            debemos ofrecer gracia incondicional. La misericordia de Cristo precede nuestros errores; nuestra

            misericordia  debe  preceder  las  faltas  de  otros.  Los  que  se  hallaban  en  el  círculo  de  Cristo  no
            tuvieron duda de su amor; los que están en nuestros círculos no deben tener duda del nuestro.


                ¿Qué significa tener un corazón como el de Cristo? Quiere decir arrodillarnos como Jesús se
            arrodilló, tocar las partes más sucias de estas personas con las que estamos clavados y lavar con

            bondad su grosería. O, como Pablo escribió: «Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,

            perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» ( Efesios 4.32 ).

                «Pero, Max», dirá usted, «yo no he hecho nada malo. Yo soy el que han engañado. No fui yo
            quien mintió. Yo no soy el culpable». Tal vez no lo sea. Pero Jesús tampoco lo fue. De todos los

            hombres en ese cuarto, solo uno era digno de que se le lavaran los pies; y fue Él quien lavó los pies
            de los demás. El que merecía que le sirvieran sirvió a los otros. Lo genial del ejemplo de Jesús es

            que el peso de establecer el puente recae sobre el fuerte, no sobre el débil. El inocente es quien

            debe hacer el gesto.



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