Page 37 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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Algunos trataron de bailar sin música. Una esposa convenció a su esposo para que lo
intentaran, y se lanzaron a la pista; ella bailaba a su manera, y él a la suya. Ambos esfuerzos eran
dignos de encomio; pero distaban mucho de ser compatibles. Él danzaba algo así como un tango
sin compañera, mientras ella daba vueltas como una bailarina de ballet. Unos pocos trataron de
imitarlos, pero puesto que no oían nada, no sabían cómo seguir. El resultado fue una docena de
bailarines sin música, moviéndose por todos lados, tropezándose unos contra otros, y haciendo
que más de un observador buscara refugio detrás de una silla.
A la larga, sin embargo, los bailarines se cansaron, y todo el mundo volvió a sentarse y a
quedarse mirando, y a preguntarse si algo iba a pasar alguna vez. Un día ocurrió.
No todo el mundo lo vio entrar; solo unos pocos. Nada había en su apariencia que llamara la
atención. Su apariencia era ordinaria, pero no su música. Empezó a cantar una canción, suave y
dulce, cálida y emotiva. Su canción eliminó el hielo del aire y produjo un calor como de crepúsculo
de verano en los corazones.
Mientras cantaba, la gente se puso de pie, unos pocos al principio, después muchos; y
empezaron a danzar. Juntos. Siguiendo una música que nunca antes habían oído, bailaron.
Algunos, sin embargo, se quedaron sentados. ¿Qué clase de músico es este que nunca prepara
su escenario? ¿No trae su banda? ¿No viste traje especial? Los músicos no salen simplemente de
la calle. Tienen su séquito, su reputación, una fama que proyectar y proteger. De este tipo, ¡ni
siquiera se menciona mucho su nombre!
«¿Cómo podemos saber que lo que está cantando es realmente música?», cuestionaron.
La respuesta del cantante fue al punto: «El que tenga oídos para oír, úselos».
Pero los que no bailaban se rehusaban a oír. Rehusaban danzar. Muchos todavía rehúsan. El
músico viene y canta. Algunos danzan; otros no. Algunos hallan música para la vida; otros viven en
silencio. A los que se pierden la música, el músico les hace el mismo llamamiento: «El que tiene
oídos para oír, úselos».
Un tiempo y lugar regular.
Una Biblia abierta.
Un corazón abierto.
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