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Interrogó mucho al kogui Nolavita y sentí que le infundía temores.
Abajo están los militares y si yo no era gobierno me tomarán preso.
También le dijo al Nolavita que Mama Juan no estaba en
Mamairaca.
En bombas bajamos de las yertas tierras de la nieve y el
frailejón a los ardores de aguacates y naranjales. Atravesamos
muchos cursos de riachuelos, y cuando el cansancio apretaba, en
un pozo de roca, volví a probar la delicia vital de sumergirme en
agua.
Mi guía vuelve molesto y temeroso y otra vez me pregunta, pero si
no es gobierno ¿por qué viene y por qué quiere hablar con Mama
Juan?
A lo lejos vimos un pueblito. Caminamos por entre un bosque de
mangos, de pronto se vino un aguacero y aunque apuramos el paso
para no mojarnos, quedamos empapados.
Llevábamos trece horas caminando, el agua seguía cayendo y
fue del cielo llegar a escampar a ese pueblito. Nolavita se desterció
el morral, me miró con cara de satisfacción, casi contento y se
perdió entre las casas del pueblito. Me senté en un alero y dejé que
la lluvia lavara mis pensamientos.
Cuando amainó el aguacero aparecieron unos niños y les pregunté
a dónde había ido el Nolavita? Al principio no me entendieron, luego
una mujer que los seguía dijo - kogui está en la kankurua - y me
señaló un hilo de humo en una casa grande que sobresale y cuya
cubierta de paja y palma llega hasta el piso. Encima tiene un tejido
de varas de distinto grosor y tamaño que apuntan hacia el cielo.
Invitado por Nolavita, entré, coloqué mi morrala en el suelo y
tome una banquita cerca al fuego,para calentarme . Una mujer trajo
plátano y aguacate que saciaron mi hambre y un hombre mayor,
Antonio Moscote, hijo del Mama Juan, dijo que forastero no podía
ser hombre malo porque había llegado de la montaña y no de la
costa y porque les había traído la lluvia.
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