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El mayor preguntó para qué lo quería ver. Se interesaron en
las palomas y luego de decirles que podían llevar mensajes de una
montaña a otra, se miraron incrédulos, y cuando les dije que las
llevaba para Liberato Crespo ya no necesitaron más razones sino
que me acogieron y decidieron llevarme con ellos Sierra arriba.
Nos adentramos por senderos llenos de flores podridas y hojas

secas de las que salen renuevos y brotes verdes.

.Los Idka son alegres y no paran de reír y de hablar. Todos llevan
ligaduras en las muñecas que llaman aseguranzas, porque dan
fuerza y protegen contra las enfermedades.

Con ellos, caminé largamente, hablando a trechos y despidiéndome
de los que se van quedando por el camino rumbo a sus tierras y
resguardos
A lado y lado del sendero, árboles gigantescos nos cubren y
protegen del sol inclemente, amarrando la tierra a sus raíces y al
canto de sus pájaros.
Subo y bajo caminando sobre hojas que no dejan de caer. Con
el morral a la espalda y la jaula de las palomas mensajeras en la
mano, lentamente voy entrando al viejo libro en cuya puerta está la
foto, que vi por casualidad una tarde en los pasillos de la Facultad de
Derecho de la Universidad Nacional de Bogotá. Caminaba tranquilo

y despreocupado, buscando a un amigo que estudiaba derecho,
cuando de pronto, me encontré con un hombre en el umbral.
Estaba colgado de la pared y cuando vi su fotografía sentí el
sacudimiento. Quedé zarandeado. Me devolvió a la niñez.
En la misma facultad pregunté y me dijeron: la fotografía
corresponde al Gobernador Arhuaco Liberato Crespo que vive en la
Sierra Nevada de Santa Marta.
La posibilidad de conocer al hombre de la fotografía despertó al
dormido que sueña en mi interior y dio alas al niño que vive en las
cocinas de mi infancia.

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