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Debemos también destacar que la importancia de las informaciones es variable.
Numerosas informaciones son sólo frívolas, sobre sucesos sin importancia o tienen
un puro y simple valor espectacular. Lo que equivale a decir que están desprovistas
de valor o relevancia «significativa». Otras informaciones, por el contrario, son
objetivamente importantes porque son las informaciones que constituirán una
opinión pública sobre problemas públicos, sobre problemas de interés público (vid.
supra, pág. 69). Y cuando hablo de subinformación o de desinformación me refiero
a la información de «relevancia pública». Yes en este sentido (no en el sentido de las
noticias deportivas, de crónica rosa o sucesos) en el que la televiSión informa poco
y mal.
Con esta premisa, es útil distinguir entre subinformación y desinformación. Por
subinformación entiendo una información totalmente insuficiente que empobrece
demasiado la noticia que da, o bien el hecho de no informal; la pura y simple
eliminación de nueve de cada diez noticias existentes. Por tanto, subinformación
significa reducir en exceso. Por desinformación entiendo una distorsión de la
información: dar noticias falseadas que inducen a engaño al que las escucha. Nótese
que no he dicho que la manipulación que distorsiona una noticia sea deliberada; con
frecuencia refleja una deformación profesional, lo cual la hace menos culpable, pero
también más peligrosa. Evidentemente, la distinción es analítica, sirve para un
análisis claro y preciso del problema. En concreto, la subinformación y la
desinformación tienen zonas de superposición y traspasan la una a la otra. Pero esto
no nos impide que podamos analizarlas por separado.La difusión de la información,
que se presenta como tal, aparece con el periódico. La palabra inglesa newspaper
describe exactamente su propia naturaleza: hoja o papel «de noticias» (news). En
italiano, giornak destaca el aspecto de la cotidianidad, como en español el diario: lo
que sucede día a día [giorno per giorno] . Pero lo que llamarnos propiamente
información de masas se desarrolla con la aparición de la radiofonía. El periódico
excluye ipso al analfabeto que no lo puede leer, mientras que la locución de la radio
llega también a los que no saben leer ni escribir. A esta extensión cuantitativa le
puede corresponder un empobrecimiento cualitativo (pero no cuando la
comparación se realiza con las publicaciones de contenido exclusivamente
escandoloso, como los tabloides). Pero siempre existirá una diferencia entre el
periódico y la radio: como la radio habla también para los que no leen, debe
simplificar más y debe ser más breve, al menos en los noticiarios. Aun así se puede
decir que la radio comp lementa al periódico.
¿Y la televisión? Admitamos que la televisión informa todavía más que la radio,
en el sentido de que llega a una audiencia aún más amplia. Pero la progresión se
detiene en este punto. Porque la televisión da menos informaciones que cualquier
otro instrumento de información. Además, con la televisión cambia radicalmente el
criterio de selección de las informaciones o entre las informaciones. La información
que cuenta es la que se puede filmar mejor; y si no hay filmación no hay ni siquiera
noticia, y, así pues, la noticia no se ofrece, pues no es «vídeo-digna»