Page 29 - HOMO_VIDENS
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Por tanto, la fuerza de la televisión —la fuerza de hablar por medio de imágenes—
                  representa un problema. Los periódicos y la radio no tienen el problema de tener que
                  estar en el lugar de los hechos. Por el contrario, la televisión sí lo tiene; pero lo tiene
                  hasta  cierto  punto.  No  hay  y  no  había  ninguna  necesidad  de  exagerar;  no  todas  las
                  noticias tienen que ir obligatoriamente acompañadas de imágenes. La cuestión de estar
                  en el lugar de los hechos es, en parte, un problema que se ha creado la propia televisión
                  (y que le ayuda a crecer exageradamente)‟. Aún recordamos que durante algún tiempo
                  los noticiarios de televisión eran fundamentalmente lecturas de estudio. Pero después
                  alguien descubrió que la misión, el deber, de la televisión es «mostrar» las cosas de las
                  que se habla. Yeste descubrimiento señala el inicio de la degeneración de la televisión.
                  Porque  éste  fue  el  hecho  que  ha  «aldeanizado»  la  televisión  en  un  sentido
                  completamente  opuesto  al  que  se  refería  McLuhan:  en  el  sentido  de  que  limita  la
                  televisión a lo cercano (a las aldeas cercanas)  y deja al margen las localidades y los
                  países problemáticos o a los que cuesta demasiado llegar con un equipo de televisión.


                    Todo  el  mundo  habrá  observado  que  en  la  televisión  ahora  son  cada  vez  más
                  abundantes  las  noticias  locales  y  nacionales  y  cada  vez  más  escasas  las  noticias
                  internacionales.  Lo  peor  de  todo  es  que  el  principio  establecido  de  que  la  televisión
                  siempre  tiene  que  «mostrar»,  convierte  en  un  imperativo  el  hecho  de  tener  siempre
                  imágenes  de  todo  lo  que  se  habla,  lo  cual  se  traduce  en  una  inflación  de  imágenes
                  vulgares,  es  decir,  de  acontecimientos  tan  insignificantes  como  ridículamente
                  exagerados.  En  Italia  han  exhibido  centenares  de  veces  —para  ilustrar  las
                  investigaciones de la operación antimafia Manos limpias— las imágenes de las cajas de
                  seguridad de un banco, y siempre era el mismo banco (que además no tenía ninguna
                  relación con los hechos que se contaban).

                    Dos alocadas niñas, de 13 ó 14 años, se escapan de su casa, y la televisión convierte el
                  hecho en una novela de suspense sobre un «rapto vía Internet». Lanza entrevistadores a
                  todas partes, se desplaza a Madrid, y de este modo animará a otras niñas a escapar de
                  sus casas.


                   Y  vemos  sin  descanso  imágenes  de  puertas,  ventanas,  calles,  automóviles  (que  en
                  general  son  de  archivo)  destinadas  a  llenar  el  vacío  de  penosas  misiones  igualmente
                  fallidas. Cuando todo va bien, se nos cuentan las elecciones en Inglaterra o en Alemania
                  rápidamente, en 30 segundos. Después de esto llegan unas imágenes de un pueblecito
                  que deben justificar su coste permaneciendo en onda 2 ó 3 minutos; unas imágenes de
                  alguna  historia  lacrimógena  (la  madre  que  ha  perdido  a  su  hija  entre  la  multitud)  o
                  truculenta (sobre algún asesinato), cuyo valor informativo o formativo de la opinión es
                  virtualmente cero. Los noticiarios de nuestra televisión actual emplean 20 minutos de su
                  media  hora  de  duración  en  saturarnos  de  trivialidades  y  de  noticias  que  sólo  existen
                  porque  se  deciden  y  se  inventan  en  la  rebotica  de  los  noticiarios.  ¿Información?  Sí,
                  también  la  noticia  de  la  muerte  de  una  gallina  aplastada  por  un  derrumbamiento  se
                  puede llamar información. Pero nunca será digna de mención.
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