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Las  matemáticas  no.  Pero  la  interpretación  de  unos  resultados  estadísticos,  sí.
                  Tomemos el caso —realmente clamoroso— de las estadísticas utilizadas para demosIrar
                  y medir, en Estados Unidos, la discriminación racial, sobre todo la que perjudica a los
                  negros,     pero    también      en    algunos     casos     a     otras    minorías.
                  ¿Cómo  se  demuestra  que  los  negros  están  discriminados  y  deliberadamente
                  desfavorecidos sólo porque son negros?

                     Desde hace cuarenta años hasta hoy día, la prueba de la discriminación pacíficamente
                  aceptada (por la mayoría y, por supuesto, por los medios de comunicación) es la escasa
                  representación  de  los  negros  —con  respecto  a  su  proporción  demográfica—  en  las
                  universidades,  en  Wall  Street,  en  las  grandes  empresas  y,  en  última  instancia,  en  el
                  elenco  de  multimillonarios  (en  dólares).  El  argumento  es  el  siguiente:  si  son
                  proporcionalmente menos, menos que los blancos, es porque están discriminados.

                      Parece obvio o, mejor, esta conclusión se desecha por obvia; vero, por el contrario, lo
                  que es obvio es que esta prueba no prueba nada. Absolutamente nada. Pues cualquier
                  estudiante que aprueba un examen de estadística elemental tiene la obligación de saber
                  que, si tenemos una distribución anómala, no significa que tengamos también la causa y
                  las causas que la producen. Ya que los negros tienen una escasa representación, queda
                  por descubrir el porqué y hay que probar específicamente que la causa de esta baja repre
                  sentación sea una discriminación racial.


                     Obsérvese que los negros están altamente sobrerre presentado en muchos deportes: en
                  las carreras, el bo xeo el baloncesto y las diversas clases de atletismo hay multitud de
                  negros. Los negros destacan también en el baile y el jazz. ¿Es tal vez porque en estas
                  actividades se practica la discriminación contra los blancos? Nadie sostiene tal teoría,
                  por la sencilla razón de que sería una clara estupidez. Pero la misma estupidez se acepta
                  sin 4 parpadear a la inversa. Además, dentro de esta lógica (ilógica), ¿qué hacemos con
                  los  asiáticos?  En  las  mejores  universidades  americanas,  los  estudiantes  «amarillos*
                  tienen una sobrerrepresentación, respecto a su índice demográfico. ¿Por qué? ¿Tal vez
                  porque  alguien  discri  min  a  su  favor?  Obviamente  no.  Obviamente  porque  son  más
                  estudiosos y mejores (como estudiantes). Una información correcta diría esto, pero la
                  desinformación  no  lo  dice.  A  las  estadísticas  falsas  hay  que  añadir,  como  factor  &
                  distorsión,  la  entrevista  casual.  El  entrevistador  al  que  le  manda  cubrir  un
                  acontecimiento —e incluso un no- acontecimiento— con imágenes pasea por la calle y
                  trevista a los que pasan. Así, finalmente, es la voz pueblo la que se hace oír. Pero esto es
                  una  falsedad  luta.  Dejemos  de  lado  el  hecho  de  que  estas  entrevista  están  siempre
                  «precocinadas»  con  oportunas  distribuciones  de  síes  y  noes.  Lo  esencial  es  que  la
                  «casualid de las entrevistas casuales no es una casualidad estadistica y que el transeúnte
                  no representa a nada ni a nadie: habla sólo por sí mismo. En el mejor de los casos, las
                  entrevistas casuales son «coloristas». Pero cuando tratan de problemas serios son, en
                  general, formidables multiplicadores de estupideces. Cuando se dicen en la pantalla, las
                  estupideces crean opinión: las dice un pobre hombre balbuceando a duras penas, y al día
                  siguiente las repiten decenas de miles de personas.
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