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En parte, esto debe ser así. Pero el mundo real no es espectáculo y el que lo convierte
en eso deforma los problemas y nos desinforma sobre la realidad; peor no podría ser El
aspecto más grave de esta preferencia espectacular por el ataque es que viola, en sus
más hondas raíces, el principio de toda convivencia cívica: el principio de oír a la otra
parte». Si se acusa a alguien se debe oír al acusado. Si se bloquean calles y trenes, se
debería oír mostrar a los damnificados, a los inocentes viajeros; pero casi nunca sucede
así. Por lo general, la televisión lleva a las pantallas sólo a quien ataca, al que se agita,
de tal modo que la protesta se convierte en un protagonista desproporcionado que
siempre actúa sinceramente (incluso cuando se ha equivocado de parte a parte). Atribuir
voces a las reclamaciones, a las quejas y a las denuncias está bien. Pero para servir de
verdad a una buena causa, y hacer el bien, es necesario que la protesta sea tratada con
imparcialidad. Donde hay una acusación, tiene que haber también una defensa. Si se
muestran imágenes de la persona que ataca, se deben transmitir también imágenes de la
persona atacada.
Sin embargo, el ataque en sí mismo es un «visible» y produce impacto; la defensa,
normalmente, es un discurso. Dios nos coja confesados. De este modo, la pantalla se
llena de manifestaciones, pancartas, personas que gritan y lanzan piedras e incluso
cócteles Molotov y tienen siempre razón en las imágenes que vemos, porque a su voz
no se contrapone ninguna otra voz 17 Se diría que en el código de la televisión está
escrito inaudita altera parte. Y está llegando a ser incluso una norma que el
entrevistador debe «simpatizar» con sus entrevistados (de tal manera que un asesino se
convierte en un «pobre» asesino que nos tiene que conmover). Y esto es un mal código
para una pésima televisión.
Concluyo con una pregunta: ¿valía la pena disertar —como hemos hecho hasta
ahora— sobre información, subinformación y desinformación? Para los vídeo-niños
convertidos en adultos por el negropontismo, el problema está resuelto antes de ser
planteado. Peor incluso, los negropontinos ni siquiera entienden la pregunta. Mi teoría
es que informar es comunicar un contenido, decir algo. Pero en la jerga de la confusión
mediática, información es solamente el bit, porque el bit es el contenido de sí mismo. Es
decir, en la red, información es todo lo que circula. Por tanto, información,
desinformación, verdadero, falso, todo es uno y lo mismo. Incluso un rumor, una vez
que ha pasado a la red, se convierte en información. Así pues, el problema se resuelve
vaporizando la noción de información y diluyéndola n residuo en un comunicar que es
solamente «contacto Quien se aventura en la red informativa y se permite observar que
un rumor no informa o que una información falsa desinforma, es —para Negroponte y
sus seguidores— un infeliz que aún no ha comprendido nada, un despojo de una «vieja
cultura» muerta y enterrada. A la cual yo me alegro de pertenecer.