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Y LA DEMOCRACIA ?
1. VÍDEO-ELECCIONES
En la segunda parte hemos examinado los efectos de fondo de la vídeo-política y,
sobre todo, su incidencia en la formación de la opinión pública. Quedan por examinar
dos aspectos concretos: su incidencia electoral y su incidencia en el modo de gobernar.
Ya en los tiempos en los que sólo había periódicos, la pregunta era: ¿en qué medida
influye el periódico en la decisión de los electores? Es dificil saberlo. Normalmente,
respondemos con pruebas indirectas. Por ejemplo, que la mayoría de los periódicos, o
los periódicos más importantes, han apoyado a candidatos y partidos que no han
ganado. En Italia, la prensa de las «regiones rojas» de la postguerra (el Resto del Canino
en Bolonia y La Nazione en Florencia) era anticomunista, y los comunistas arrasaban en
las elecciones. ¿Es ésta una prueba de que la influencia es escasa? Seguramente, no.
Para medir de verdad la influencia electoral de los periódicos se necesitarían
«contrafactuales», es decir la ausencia de periódicos, o bien relaciones de fuerza
invertidas entre los periódicos. Por ejemplo, ¿sin La Nazione el voto comunista en
Toscana hubiera sido el que fue o hubiera aumentado, supongamos, al 65 por ciento? ¿Y
si en lugar de La Nazione hubiera sido el diario Unitá el que vendiera en Toscana
350.000 ejemplares, el Partido Comunista Italiano habría obtenido aquel 65 por ciento,
o habría aumentado al 75 por ciento? Estas preguntas no tienen una respuesta porque la
hipótesis «si x rio hubiera sido así, entonces» no es verificable.
El problema de la televisión es análogo: nos falta, decíamos, el <contrafactual». En
algunos casos es prácticamente seguro que la influencia de la televisión es decisiva. En
una investigación experimental Iyengar y Kinder distinguen entre el poder de los
noticiarios televisivos para «dirigir la atención del público (agenda setting> y el poder
de «definir los criterios que informan la capacidad de enjuiciar (priming)» y para ambos
casos concluyen que «las noticias televisivas influyen de un modo decisivo en las
prioridades atribuidas por las personas a los problemas nacionales y las consideraciones
según las cuales valoran a los dirigentes políticos» (1987, pág. 117) .
El caso de Estados Unidos es, sin embargo, bastante simple. Cuatro de cada cinco
americanos declaran que votan en función de lo que aprenden ante la pantalla. Son, con
toda probabilidad, personas que no leen periódico alguno; y como en Estados Unidos
los partidos son muy débiles y las emisoras de radio son todas locales y dan poquísimas
noticias políticas, podemos deducir las conclusiones rápidamente.