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Telesio Malaspina lo resume claramente:
A la televisión le encanta dar la palabra a la gente de la calle, o similares. El
resultado es que se presenta como verdadero lo que con frecuencia no es verdad [...J.
Las opiniones más facciosas y necias [...] adquieren la densidad de una corriente de
pensamiento [...]. Poco a poco la televisión crea la convicción de que cualquiera que
tenga algo que decir, o algo por lo que quejarse, tiene derecho a ser escuchado.
Inmediatamente. Ycon vistosos signos de aprobación [por parte de los entrevistadores]
[...]. El uso y el abuso de la gente en directo hace creer que ahora ya puede tomarse
cualquier decisión en un momento por aclamación popular. (1995, pág. 24).
Prosigamos. Además de falsas estadísticas y entrevistas casuales, la desinformación se
alimenta de dos típicas distorsiones de una información que tiene que ser excitante a
cualquier precio: premiar la excentricidad y privilegiar el ataque y la agresividad.
En cuanto al primer aspecto, me limito a observar de pasada que la visibilidad está
garantizada para las posiciones extremas, las extravagancias, los «exagerados» y las
exageraciones. Cuanto más descabellada es una tesis, más se promociona y se difunde.
Las mentes vacías se especializan en el extremismo intelectual y, de este modo,
adquieren notoriedad (difundiendo, se entiende, vaciedades).
El resultado de ello es una formidable selección a la inversa. Destacan los charlatanes,
los pensadores mediocres, los que buscan la novedad a toda costa, y quedan en la
sombra las personas serias, las que de verdad piensan.
Todo esto significa ponerse a disposición de un «interés mal entendido». El otro
aspecto consiste, como ya he dicho, en privilegiar el ataque y la agresividad. Esto puede
suceder de diferentes modos. La televisión americana es agresiva en el sentido de que el
periodista televisivo se siente revestido de una «función crítica» y es, por tanto, un
adversary, constitutivamente predispuesto a morder y pinchar al poder, a mantenerlo
bajo sospecha y acusación. Esta agresividad se considera en Estados Unidos como una
ética profesional, aunque después, un segundo objetivo, menOs noble, es el de «crear
público» y complacerlo. En Italia, con la televisión estatal, nunca ha sido así. Los
periodistas de las televisiones estatales se sienten inseguros y, por tanto, son muy
cautelosos: no quieren escándalos, y hacen carrera tratando al gobierno con guantes de
seda. Todos deben quedar satisfechos (incluso el Papa), también en términos de
minutaje. De modo que, en Italia, la agresividad y la «función adversaria» de la
televisión segura de sí misma permanece reprimida o comprimida. A pesar de ello,
también en Italia la televisión se siente inevitablemente atraída por los altercados y los
conflictos, y los valora. La televisión llega siempre con rapidez al lugar donde hay
agitación, alguien protesta, se manifiesta, ocupa edificios, bloquea calles y ferrocarriles
y, en suma, ataca algo o a alguien. Se podría pensar que esto sucede porque un ataque
puede resultar un espectáculo, y la televisión es espectáculo.