Page 190 - Cementerio de animales
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se quedó donde estaba, sino que, además, volvió a bufar.
De pronto, sin pensar, Louis arrojó el juguete al gato, y no para ahuyentarlo sino
apuntando a dar, furioso y asustado porque se hubiera escondido en el armario del
niño y, además, se negara a marcharse, como si tuviera derecho a estar allí.
La locomotora dio de lleno al animal que lanzó un maullido y huyó y, con su
acostumbrada agilidad, tropezó con la puerta y estuvo a punto de caer.
Gage se movió, balbuceó, cambió de postura y volvió a quedarse quieto. Louis se
sentía un poco mareado. Tenía la frente empapada en sudor.
—¿Louis? —preguntó Rachel desde abajo, alarmada—. ¿Se ha caído Gage de la
cuna?
—No pasa nada, cariño. Church, que tropezó con unos juguetes.
—¡Ah, bien!
Louis sentía la misma sensación que hubiera experimentado si, al entrar a ver a su
hijo, hubiera encontrado una serpiente deslizándose sobre él o una enorme rata
agazapada en el estante situado sobre la cuna. Quizá fuera algo irracional, y quizá no.
Pues, por supuesto que tenía que ser irracional. Pero cuando le bufó de aquel modo
desde dentro del armario…
(¿Zelda, pensaste, Zelda, pensaste Ozz el Ggande y Teggible?)
Cerró la puerta del armario, empujando con el pie varios juguetes. Escuchó el
chasquido del picaporte y, después de unos segundos de vacilación, echó el seguro.
Louis volvió a acercarse a la cuna. Gage, al moverse, se había bajado las mantas
hasta las rodillas. Louis volvió a arroparle con cuidado y se quedó largo rato allí
plantado, contemplando a su hijo.
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