Page 194 - Cementerio de animales
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—Bien.
—Para entonces ya se le habrá pasado el efecto de la inyección. Mr. Crandall dice
que él cuidará de Ellie esta tarde.
—Bien.
—Dice que jugará con ella al Monopoly o algo así…
—Humm-humm.
—Pero…
—Bien.
Steve enmudeció. Estaban en el garaje, el terreno de Church, el lugar al que
llevaba los pájaros y las ratas que mataba. Y de los que Louis tenía que encargarse,
porque eran responsabilidad suya. Fuera, sol de mayo y un petirrojo que cruzaba el
sendero del jardín, como si tuviera asuntos urgentes que despachar en otro sitio.
—Louis —dijo Steve al fin—, tienes que sobreponerte.
Louis miró a Steve con gesto de cortés interrogación. Apenas había oído lo que le
decía —estaba pensando que si hubiera sido más rápido habría salvado la vida de su
hijo—, pero esta última frase caló un poco más.
—No creo que tú lo hayas notado —dijo Steve—, pero Ellie no vocaliza. En
absoluto. Y Rachel está tan aturdida que no tiene ni noción del tiempo.
—¡Bien! —dijo Louis. Aquí parecía imponerse una respuesta más enérgica. No
acababa de comprender por qué. Steve puso una mano en el hombro de Louis.
—Lou, te necesitan más que nunca en la vida. Tal vez más de lo que puedan
necesitarte en el futuro. Mira, chico…, yo puedo ponerle una inyección a tu mujer,
pero… tú… Louis, tú… ¡Caray! ¡Qué puta mierda!
Louis advirtió, con cierta sensación que podía ser de alarma, que Steve se echaba
a llorar.
—Claro —dijo, y estaba viendo a Gage correr por el césped del jardín hacia la
carretera. Ellos le gritaban que volviera, pero él no quería —últimamente jugaba a
escaparse de papi y mami— y ellos corrían tras él. Louis enseguida sacó mucha
ventaja a Rachel, pero Gage estaba muy lejos, Gage se reía, Gage se escapaba de papi
—en esto consistía el juego— y Louis le perseguía, estaba acortando la distancia,
pero muy despacio. Gage corría por la suave pendiente del jardín en dirección a la
carretera 15, y Louis pedía a Dios que Gage se cayera. Cuando los niños pequeños
corren tan deprisa, casi siempre se caen, porque la persona no coordina perfectamente
los movimientos de las piernas por lo menos hasta los siete u ocho años. Louis pedía
a Dios que Gage se cayera, que se cayera, sí, y que se aplastara la nariz o se abriera la
cabeza y hubiera que darle puntos o lo que fuera, porque estaba oyendo el rugido de
un camión que se acercaba, uno de aquellos diez-ruedas que constantemente iban y
venían entre Bangor y la fábrica Orinco de Bucksport, y entonces chilló a Gage y le
pareció que Gage le oía y que trataba de parar. Y es que Gage habría comprendido
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