Page 198 - Cementerio de animales
P. 198
terminaba con la foto de dos pares de zapatos colocados delante de la puerta de la
habitación del hotel. También empezaron un álbum de Ellie… pero pronto se
cansaron de ir pegando fotos; realmente, éste era una monada, con su página para MI
PRIMER CORTE DE PELO (péguese un mechón del bebé) y el espacio rotulado
¡PUMBA! (péguese foto del bebé cayendo de culito).
Y ahora, éste. ¿Cómo lo llamamos?, se preguntaba Louis, yerto al lado de la
mesa, esperando que empezara el desfile. ¿MI ÁLBUM DE LA MUERTE?
¿AUTÓGRAFOS FUNERARIOS? ¿EL DÍA EN QUE PLANTAMOS A GAGE? ¿O
tal vez algo más solemne, como: UNA MUERTE EN LA FAMILIA?
Miró las tapas del álbum que, al igual que las del de MI BODA eran de símil-piel.
Pero no tenían nada escrito.
Como era de esperar, la primera persona en llegar aquella mañana fue Missy
Dandridge, la buena de Missy que había cuidado de los niños docenas de veces.
Louis recordó que Missy estaba con ellos la noche del día en que murió Víctor
Pascow. Ella se llevó a los niños y Rachel le hizo el amor en la bañera y en la cama.
Missy había llorado, había llorado mucho, y al ver la cara serena e impasible de
Louis volvió a echarse a llorar y extendió los brazos hacia él, como buscándole a
tientas. Louis la abrazó, pensando que era lo obligado: seguramente, se establecía una
especie de corriente humana que abría brecha en el muro del aturdimiento y hacía
que, al calor de la pena, se fundiera el hielo del trauma.
Lo siento, decía Missy, apartando su melena rubio ceniza de su pálida cara. Un
niño tan bueno y cariñoso. Yo le quería mucho, Louis. Es terrible. Esa carretera es
criminal. Ojalá encierren al chófer para toda la vida, iba demasiado deprisa, era un
niño tan dulce, tan vivo, ¿por qué ha tenido que llevárselo Dios? No lo sé, no lo
comprendemos, pero es terrible, terrible, terrible.
Louis la consolaba. La tenía abrazada y la consolaba. Ella estaba mojándole el
cuello de la camisa con sus lágrimas y él sentía en el pecho la presión de sus senos.
Le preguntó por Rachel y él le dijo que estaba descansando. Missy prometió ir a verla
y se ofreció para cuidar de Ellie siempre que quisieran. Louis le dio las gracias.
Missy ya se alejaba, hiposa, con los ojos más irritados que nunca, enjugándose las
lágrimas con un pañuelo negro, en dirección al ataúd, cuando Louis la llamó. El
director de la funeraria, cuyo nombre Louis ni recordaba siquiera, le había dicho que
les hiciera firmar en el álbum y maldito si no les haría firmar a todos.
«El invitado misterioso tenga la bondad de firmar», pensó y a punto estuvo de
soltar una carcajada histérica.
Pero los ojos afligidos de Missy ahuyentaron la risa.
—Missy, ¿harías el favor de firmar? —dijo. Y, puesto que parecía que se imponía
añadir algo, explicó—: Para Rachel.
—Oh, pues claro. Pobre Louis y pobre Rachel. —Y, de pronto, Louis supo lo que
www.lectulandia.com - Página 198