Page 202 - Cementerio de animales
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que nunca. Quizá fuera una ilusión, pero en aquel momento intuyó que Steve estaba
pensando que era mejor un exabrupto sarcástico lanzado como una súbita bocanada
de bilis, que su anterior estado de total apatía.
—No te preocupes —dijo a Steve—. ¿Te parece bien que nos encontremos en
Benjamin's?
—De acuerdo. Benjamin's, entonces.
Louis había hecho la llamada desde el despacho del director. Ahora, al pasar por
delante de la capilla, vio que estaba casi vacía, pero Irwin y Dory seguían sentados en
primera fila, con la cabeza inclinada. A Louis le pareció que iban a quedarse allí para
siempre.
* * *
Benjamin's fue una buena elección. En Bangor se almorzaba temprano, y a eso de
la una ya no quedaba casi nadie en el restaurante. Jud fue también, con Rachel y
Steve, y los cuatro pidieron pollo frito. En un momento dado, Rachel se fue al
tocador, y tardaba tanto en volver que Steve empezó a ponerse nervioso. Ya iba a
pedir a una camarera que fuera a ver si le ocurría algo cuando ella volvió a la mesa,
con los ojos irritados.
Louis apenas arañó el pollo, pero bebió mucha cerveza Schlitz. Jud se mantenía a
su altura, botella a botella, sin hablar apenas.
Las cuatro raciones de pollo frito quedaron casi intactas, y Louis, con su nueva
clarividencia, observó que la camarera, una muchacha gordita y mona, luchaba
consigo misma sobre si preguntar o no si habían quedado satisfechos y, al ver los ojos
enrojecidos de Rachel, decidía que la pregunta no procedía. Durante el café, Rachel
dijo de pronto con una osadía que les impresionó a todos, especialmente a Louis, que
por fin empezaba a amodorrarse con la cerveza:
—Voy a dar toda su ropa a la parroquia.
—¿Sí? —dijo Steve, después de una pausa.
—Sí; aún está en muy buen uso. Los jerséis…, los pantalones de pana…, las
camisas… Alguien los aprovechará. Todos están muy bien; todos menos los que
llevaba puestos, claro. Ésos quedaron… destrozados.
La última palabra se le ahogó en la garganta. Trató de tomar un sorbo de café,
pero no pudo. Un momento después estaba sollozando con la cara entre las manos.
Entonces se produjo una tensión extraña. Había varias corrientes que parecían
converger en Louis. Él con la fina percepción que le acompañara durante todo el día,
las notaba claramente. Hasta la camarera se dio cuenta. Él vio que les observaba
desde una mesa del fondo, en la que estaba colocando manteles individuales y
cubiertos. Louis se quedó desconcertado un momento y luego comprendió: esperaban
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