Page 84 - Cementerio de animales
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memoria del gato "Smucky" estaba tumbada. La había tirado él cuando, hacia el final
           de la parte del sueño que él recordaba, se le acercó la visión de Pascow. Louis la
           enderezó distraídamente y se acercó a la barrera de árboles derribados.

               No  le  gustaba  aquello.  El  recuerdo  de  aquel  montón  de  troncos  y  ramas
           blanqueadas  por  la  intemperie,  convertidos  en  huesos,  aún  le  daban  escalofríos.
           Haciendo  un  esfuerzo,  se  acercó  y  tocó  uno  de  aquellos  troncos  que,  colocado  en

           precario equilibrio, cedió al contacto de su mano y cayó rodando. Louis dio un salto
           atrás y el leño le pasó rozando el zapato.
               Trató de rodear el montón, primero por la izquierda y después por la derecha. A

           uno y otro lado, la maleza era impenetrable. Además, no eran matorrales por los que
           uno pudiera tratar de abrirse paso. No, si tenía uno sentido común. Cerca del suelo,
           había unas exuberantes masas de hiedra venenosa (durante toda su vida, Louis había

           oído a personas que presumían de ser inmunes a ella, pero él sabía que casi nadie lo
           era) y más allá se veían unos espinos enormes, de pésima catadura.

               Luis volvió a situarse frente al centro del montón. Se quedó mirándolo con las
           manos en los bolsillos de atrás de los téjanos.
               «No estarás pensando en subir ahí, ¿verdad?»
               «¿Yo? Ni hablar. ¿Por qué había de cometer semejante estupidez?»

               «Magnífico. Me habías dado un susto, Lou. Parece el medio más seguro de ir a
           parar a tu propia enfermería con una pierna rota, ¿verdad?»

               «Por supuesto. Además, está anocheciendo.»
               Satisfecho  de  estar  de  acuerdo  consigo  mismo,  Louis  empezó  a  trepar  por  los
           troncos.
               Estaba por la mitad cuando sintió que los troncos temblaban bajo sus pies, con un

           crujido peculiar.
               «Huesos rodando.»

               Cuando el montón volvió a temblar, Louis dio marcha atrás a toda prisa. Tenía los
           faldones de la camisa por fuera del pantalón.
               Llegó  a  tierra  firme  sin  incidentes  y  se  frotó  las  manos  para  desprender
           fragmentos de corteza. Tomó por el sendero que le llevaría de regreso a casa, donde

           estaban sus hijos, que querrían que les leyera un cuento antes de irse a la cama, y
           Church que vivía su último día de macho reglamentario, y donde, cuando hubieran

           acostado a los niños, él y su mujer tomarían una taza de té en la cocina.
               Antes  de  alejarse,  se  volvió  a  mirar  el  claro  por  última  vez,  admirado  de  su
           silencio  y  su  verdor.  Jirones  de  niebla  flotaban  a  ras  del  suelo  entre  las  estelas.

           Aquellos círculos concéntricos… Era como si, involuntariamente, las manecitas de
           varias  generaciones  de  niños  de  Ludlow  hubieran  construido  una  especie  de
           Stonehenge en pequeño.

               «Pero ¿es eso todo, Louis?»




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