Page 88 - Cementerio de animales
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Louis nunca podría olvidar. Sin embargo, para aquellos que sólo lo consideraban otra
           víctima de la carretera, el recuerdo ya se iba difuminando.
               Louis aún recordaba su noche de sonámbulo y el sueño que la acompañó, pero ya

           era  casi  como  si  aquello  le  hubiera  ocurrido  a  otro  o  fuera  una  secuencia  de  un
           telefilme.  Su  única  visita  a  una  puta  de  Chicago,  hecha  seis  años  atrás,  le  había
           dejado  la  misma  impresión;  ambos  episodios  le  parecían  ahora  totalmente

           insignificantes, dos incidentes desligados de la realidad, falsos sonidos producidos en
           una caja de resonancia.
               Y en cuanto a lo que el moribundo pudiera haber dicho o dejado de decir, en eso

           ya ni pensaba siquiera.
               La noche de Todos los Santos hubo una fuerte helada. Louis y Ellie emprendieron
           la  típica  ronda  de  la  noche  de  Difuntos,  en  busca  de  las  golosinas  propias  de  la

           festividad, por la casa de los Crandall. Ellie soltó una risita de bruja muy aceptable,
           cabalgó en su escoba por la cocina de Norma y recibió los elogios de rigor.

               —¡Qué graciosa está! ¿Verdad, Jud?
               Jud se mostró de acuerdo y encendió un cigarrillo.
               —¿Y dónde está Gage, Louis? Creí que también le disfrazaríais.
               En un principio, pensaba llevarle con ellos. Rachel estaba muy ilusionada, porque

           ella y Missy Dandridge habían confeccionado una especie de disfraz de escarabajo,
           con unas perchas retorcidas y forradas de papel de crespón a modo de antenas; pero

           Gage había pillado un fuerte resfriado con bronquitis y, después de auscultarle —los
           pulmones le sonaban un poco— y mirar el termómetro que estaba colgado en el vano
           de la ventana y que marcaba sólo cuatro grados a las seis de la tarde, Louis desistió
           de llevárselo. Rachel, aunque decepcionada, se mostró de acuerdo.

               Ellie  prometió  repartir  con  él  las  golosinas;  pero,  al  observar  sus  exageradas
           muestras de pesar, Louis se preguntó si, en el fondo, no se alegraba de que Gage no

           fuera con ellos: habría sido una rémora y un competidor.
               —Pobre Gage —dijo la niña en el tono de voz que generalmente se reserva para
           hablar de los desahuciados. Gage, ajeno a lo que se perdía, estaba sentado en el sofá
           mirando los dibujos de la tele. Church dormitaba a su lado.

               —Ellie, bruja —dijo Gage con indiferencia, y volvió a la tele.
               —Pobre Gage —repitió Ellie con otro suspiro. Louis pensó en las lágrimas de los

           cocodrilos y sonrió. Ellie empezó a tirarle de la mano—. Vamos, papi. Vamos, vamos,
           vamos.
               —Gage tiene un poco de bronquitis —dijo Louis a Jud.

               —Qué lástima —dijo Norma—. Pero el año próximo disfrutará más. Pon la cesta,
           Ellie… ¡Oooop!
               Norma había tomado una manzana y un caramelo de un cuenco que había encima

           de la mesa, pero las dos cosas le resbalaron de la mano. Louis se sintió impresionado




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