Page 90 - Cementerio de animales
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desprevenida y entre los dos…
Jud se interrumpió, ladeó la cabeza y miró a Louis a los ojos con expresión
interrogante.
Después, Louis sería incapaz de recordar lo que sintió en aquellos momentos ni
cómo se sucedieron sus emociones. Cada vez que trataba de analizarlas acababa
confuso. Lo único que sabía era que la curiosidad se trocó rápidamente en la
sensación de que había ocurrido algo malo. Su mirada tropezó con la de Jud. Ninguno
de los dos disimulaba la angustia. Louis tardó un momento en reaccionar.
—Uuuu, uuuu —aullaban los fantasmas en la cocina—. Uuuu, uuu. —De pronto,
el grito subió de tono y se hizo realmente espeluznante—. Uuuu A A AA…
Y uno de los fantasmas se puso a chillar.
—¡Papá! —La voz de Ellie era desgarrada y tensa—. ¡Papá! ¡La señora Crandall
se ha caído!
* * *
—¡Oh, Dios! —casi gimió Jud.
Ellie salió corriendo al porche, con su falda negra ondeando. Con una mano,
oprimía fuertemente el mango de la escoba. Su carita pintada de verde y consternada
parecía la de un enano en la última fase de intoxicación alcohólica. Los dos fantasmas
la seguían llorando.
Jud se lanzó hacia la puerta con una agilidad asombrosa para un hombre de más
de ochenta años. Más que correr, parecía volar. Iba llamando a su mujer.
Louis se inclinó y puso las manos en los hombros de Ellie.
—No te muevas de aquí, Ellie. ¿Me has comprendido?
—Papi, tengo miedo —susurró ella.
Los dos fantasmas corrían por el camino haciendo sonar las bolsas de caramelos y
llamando a gritos a su mamá.
Louis cruzó el pasillo a toda velocidad y entró en la cocina, sin hacer caso de los
gritos de Ellie que le pedía que volviera.
Norma estaba tendida sobre el ondulado linóleo, al pie de la mesa, entre un
montón de manzanas y barritas de caramelo. Sin duda, al caer se agarró a la fuente de
las golosinas esparciendo su contenido. La fuente había quedado boca abajo, como un
pequeño platillo volante de Pyrex. Jud le frotaba una muñeca a su mujer. Miró a
Louis con la cara crispada.
—Ayúdame, Louis. Ayuda a Norma. Me parece que se está muriendo.
—Apártate —dijo Louis. Al arrodillarse aplastó un caramelo relleno, sintió que el
zumo se le filtraba a través de la pana de su viejo pantalón, y un olor a manzana
inundó la cocina.
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