Page 95 - Cementerio de animales
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Ellie reflexionó largamente y asintió.
—De todos modos, se morirá —dijo llanamente—. Todos los que tienen un
ataque al corazón se mueren. Aunque parece que van a vivir, tienen otro, y otro, y
otro hasta que… ¡buum!
—¿Y dónde has aprendido tú tanta ciencia?
Ellie se encogió de hombros con una actitud que parecía calcada de su padre,
según observó Louis con regocijo.
La niña le dejó llevar la cesta —suprema prueba de confianza—, y Louis meditó
sobre su reacción. La idea de que Church pudiera morir casi le provocó una crisis de
histerismo, pero la posibilidad de que muriera la abuela Crandall… eso lo aceptaba
con toda calma, como algo natural. ¿Qué fue lo que dijo? Otro y otro, y otro, hasta
que… ¡buum!
La cocina estaba desierta, pero se oía a Rachel andar por el piso de arriba. Louis
dejó la cesta en el mostrador y dijo:
—No siempre ocurre eso, Ellie. Ha sido un ataque muy leve y yo pude darle el
tratamiento enseguida. Es posible que su corazón no haya sufrido ningún daño.
Ella…
—Oh, bueno, ya lo sé —dijo Ellie casi con alegría—. Pero ya es vieja y, de todos
modos, se morirá pronto. Y Mr. Crandall también. ¿Puedo comer una manzana antes
de acostarme, papi?
—No —dijo él, mirándola pensativo—. Sube a limpiarte los dientes, cariño.
«¿Habrá alguien que crea comprender realmente a los niños?»
* * *
Cuando la casa estuvo recogida y se acostaron, Rachel preguntó en voz baja:
—Lou, ¿se impresionó mucho Ellie? ¿Estaba muy trastornada?
«No —pensó él—. Ella sabe que los viejos la palman uno tras otro, del mismo
modo que sabe que hay que soltar al saltamontes cuando echa baba…, o que si caes
en el número trece cuando juegas a la rayuela se muere tu mejor amigo…, o que en el
cementerio las tumbas tienen que ponerse en círculos…»
—No —dijo—. Se portó muy bien. Vamos a dormir, Rachel, ¿de acuerdo?
Aquella noche, mientras ellos dormían y Jud velaba, hubo otra helada fuerte. De
madrugada se levantó un viento que arrancó de los árboles la mayor parte de las hojas
que quedaban, ya ocres y poco vistosas.
El viento despertó a Louis y él se incorporó apoyándose en los codos, medio
dormido y desconcertado. Se oían las pisadas en la escalera… Alguien subía
lentamente, arrastrando los pies. Pascow había vuelto. Pero ahora, pensó Louis, ahora
hacía ya dos meses. Cuando se abriera la puerta, él no vería más que podredumbre,
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