Page 98 - Cementerio de animales
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fue claro, azul y frío. Louis llevó a su familia al Aeropuerto Internacional de Bangor,
donde embarcarían para la primera etapa del viaje a Chicago. Rachel y los niños iban
a pasar unos días con los padres de ella.
—No me gusta —dijo Rachel por enésima vez desde que empezaron a hablar del
asunto hacía casi un mes—. No me gusta dejarte solo en casa el día de Acción de
Gracias. Es una fiesta familiar, Louis.
Louis se cambió de brazo a Gage, que abultaba mucho con su primer anorak de
chico mayor. Ellie estaba en una de las ventanas, viendo despegar a un helicóptero de
la Fuerza Aérea.
—No creas que voy a estar llorando en la cerveza —dijo Louis—. Jud y Norma
me han invitado a comer el pavo en su casa. Yo soy el que se siente culpable. Nunca
me han gustado esas reuniones familiares. Empiezo a beber a las tres de la tarde
mientras veo el partido por la tele y me quedo dormido a las siete, y al día siguiente
me parece tener dentro de la cabeza a todas las chicas del Rodeo de Dallas bailando y
gritando como condenadas. Me revienta que tengas que hacer el viaje sola con los dos
niños.
—Estaré perfectamente. Viajo en primera, como una princesa. Y Gage dormirá
durante el vuelo de Logan a O'Hare.
—O así lo esperas —dijo él, y los dos se rieron.
Anunciaron el vuelo por los altavoces y Ellie se acercó corriendo.
—Es el nuestro, mami. Vamos, vamos, vamos. Se irán sin nosotros.
—No; no se irán —dijo Rachel. Apretaba con una mano las tres cartulinas rosas
de las tarjetas de embarque. Llevaba su abrigo de piel, una imitación de algo de un
marrón intenso…, probablemente rata almizclera, según pensó Louis. Pero, fuera lo
que fuera, estaba guapísima con él.
Tal vez en sus ojos se reflejó algo de lo que sentía, porque ella le abrazó
impulsivamente, comprimiendo a Gage entre los dos. Gage pareció sorprendido pero
no molesto.
—Louis Creed, te quiero —dijo ella.
—Ma-mii —dijo Ellie, en el paroxismo de la impaciencia—. Vamos, vamos, va…
—Oh, ya va. Pórtate bien, Louis.
—Ya veremos —sonrió él—. Tendré mucho cuidado. Saluda a tus padres.
—¡Qué cosas tienes! —dijo ella arrugando la nariz. No la había engañado. Ella
sabía perfectamente por qué Louis renunciaba al viaje—. ¡Muy gracioso!
Él los siguió con la mirada por la rampa de embarque…, hasta que desaparecieron
de su vista para toda una semana. Ya los estaba echando de menos. Se acercó a la
ventana donde antes estuviera Ellie, con las manos en los bolsillos y se quedó
mirando a los mozos que cargaban el equipaje.
La verdad era muy sencilla. Mr. Irwin Goldman, de Lake Forest, y su esposa
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